BLOG DEDICADO A JAIME MARTORELL MIR




jueves, 24 de noviembre de 2011

DOS HOMBRES, TRES PARTIDOS, CUATRO CIUDADES... Y UN MONTÓN DE CERVEZAS (II)


Total, que como decía en la primera parte de esta crónica, intenté echar una cabezada en el tren, creo que con éxito, era ese estado en el que no sabes muy bien si estás despierto o dormido, y eso suele significar lo segundo. Tras despedirnos de nuestro amigo húngaro, con el que seguro que coincidiremos algún día por esos estadios de Dios (¡quién sabe a qué partidos nos llevará el Destino!), fuimos al hostel a descansar un poco. A eso del mediodía decidimos hacer otro paseo turístico por la capital belga, descubrir los rincones que se nos habían escapado y comer (y, por supuesto, beber) algo. No comimos los típicos mejillones con patatas fritas, pero yo sí probé unas ostras buenísimas, me encantan las ostras (además dicen que son afrodisiacas) pero no tengo muchas oportunidades de probarlas, así que ese día aproveché. Pero antes hicimos un poco de turismo.


Y que no hubiera ese día partido no significaba que no fuéramos a un estadio. Y no podemos ir a Bruselas sin visitar Heysel, otro de esos obligados destinos para todo trotamundos futbolero y hooliganero. Allí pudimos entrar al estadio sin ningún problema, estaba abierto y no había nadie vigilando. Vimos también la modesta placa que sirve como recordatorio para los hinchas que murieron en aquella final de Copa de Europa de 1985, trofeo que acabaría levantando el estómago agradecido ese de Platini. Descansen en paz.
The baby is everywhere
Tras ello fuimos al Atomium, que está prácticamente al lado, otra de las visitas obligadas del turista en Bruselas.

Por la tarde, tras acercarnos a la zona de la bolsa, donde en un pub irlandés había varios ingleses de los que habían estado en Brujas el día anterior, fuimos a una cervecería repleta de españoles. Españoles por aquí, españoles por allá,... más de lo mismo, como siempre que viajo al extranjero. Tras consumir algunas cervezas más para la colección, nos encaminamos de nuevo al hostel porque en el bar del mismo había un concierto aquella noche. Decidimos que era una buena manera de despedirnos de Bruselas.

El concierto era de una banda llamada Les Slaches, que hacía versiones de los Clash, con lo cual, a menos que fueran unos negados, pues al menos sabíamos que nos iba a gustar. Tras un retraso de más de media hora, la banda comenzó a tocar y no lo hacían del todo mal. Pero sin lugar a dudas el momento culminante fue cuando el cantante, supongo que queriendo emular a Joe Strummer, dio un salto sin reparar en que el techo estaba más bajo de lo que creía, lo que unido a su despoblado cuero cabelludo, le provocó una brecha en la cabeza que obligó a suspender el recital unos minutos. Como iba llegando cada vez más gente según avanzaba la hora, decidieron hacer unos bises. Bueno, más que unos bises fue una repetición del concierto anterior, por lo que pudimos disfrutar de un 2 x 1. Sin embargo, en esta segunda ocasión no hubo salto del cantante, lo cual nos decepcionó un poco.
Pese a que el plan era irnos a dormir temprano para poder coger a primera hora del día siguiente el tren con destino a Amsterdam (teniendo en cuenta que teníamos el hotel en Amsterdam pero debíamos ir a La Haya para presenciar por la tarde el ADO Den Haag-NEC Nijmegen), las cervezas consumidas durante el concierto y la música que había animado nuestros corazones provocaron que decidiéramos tomar la penúltima en el pub irlandés en el que estaban los ingleses. Y para allá que fuimos. Primero de tranquis, aunque poco a poco nos fuimos animando y todo cambió al conocer a un croata muy simpático que hablaba un perfecto español y que decía dedicarse al tráfico de ropa falsificada de marcas italianas. Partiendo de ahí, la cosa se fue enredando y optamos por dejar que nos sorprendiera la noche bruselense.


Total, que empalmamos y otra noche más sin dormir a la espera de hacerlo en un vagón. Quedamos en la estación a primera hora para coger el tren hacia Amsterdam y abandonamos tierras belgas con gran pesar, al menos por mi parte, aunque la perspectiva de ir a La Haya ese mismo día hizo que me olvidara rápidamente de los buenos ratos pasados en Bruselas, ciudad a la que quiero infinito,  yo la quiero ¡oh, de corazón!




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