Nuestra gira por el Benelux (obviando Luxemburgo, que para nuestros propósitos tenía muy poco interés) comenzó un miércoles por la mañana en el que abandonamos nuestra querida isla para poner rumbo a Charleroi, una de las mecas del hooliganismo, como bien sabéis. De allí cogimos el bus que nos llevaría a Bruselas haciendo un extraño recorrido que, sospechamos, fue improvisado por el chófer debido a las retenciones de tráfico. Tras llegar por fin a la capital belga y dejar los bártulos en el céntrico hostel en el que nos alojaríamos, comenzamos la obligada visita turística para echar unas fotos que enseñar luego a la familia, comer el gofre de rigor (Bruselas huele a gofre) y, por supuesto, comenzar el recorrido cervecero por la rica variedad belga de derivados fermentados de cereal.
De modo que visitamos varias cervecerías y, como era previsible, acabamos algo mareados. Teniendo en cuenta que al día siguiente debíamos partir a primera hora para Brujas, nos recogimos relativamente pronto. Camino del hostel nos desorientamos un poco. Afortunadamente, al vernos algo perdidos y peleando con el plano, una simpática y hermosa belga (que además hablaba español, muchas chicas hablan español en Bruselas, así que ya sabéis, ¡viva el Erasmus!), se ofreció a guiarnos y acompañarnos un trecho hacia nuestro destino, ya que le pillaba de paso. Merci Julianne!
Como digo, a primera hora del jueves cogimos el tren rumbo a Brujas, donde el FC Brujas y el Birmingham City disputaban un partido de Europa League. Allí en teoría debíamos encontrarnos con un miembro de Zulu Warriors y estar un rato con él. La idea era la de hacer turismo convencional, por supuesto, y disfrutar algo del ambiente prepartido.
En esta ciudad flamenca fue donde me empecé a sulfurar con los dichosos carriles bici. De verdad, lo de las bicicletas en esos países es algo enfermizo (en Bruselas no tanto), es como si los peatones no existieran. Si no quieres ir en coche ni pagar los desorbitados precios del transporte público debes ir en bici sí o sí porque en algunas calles no existen las aceras, literalmente. Yo sospecho de algún lobby de fabricantes de velocípedos.
Brujas era una ciudad muerta cuando llegamos, nadie salvo algún grupito de estudiantes de visita cultural y algunos ingleses que iban progresivamente disminuyendo a medida que nos alejábamos del centro. Tras un vistazo previo para ver cómo estaba el ambiente en el centro, atravesamos la ciudad para acudir en peregrinaje al bar Moloko que estaba cerrado, como prácticamente todos los negocios a esas horas (a excepción de la versión belga del Lillywhites que estaba de camino al citado y mítico bar).
Tras comer algo (lo único sólido que íbamos a ingerir ese día, al menos en lo que a mí concierne) volvimos al centro donde la afluencia de ingleses iba aumentando. Era una gran marea humana con multitud de tipos peligrosos. Por supuesto había jóvenes, scarfers y shirters, y alguna familia, pero nos llamó la atención la cantidad de tíos ("pero tíos, echaos p'alante" que diría aquél) venidos de Birmingham. Muchas pintas, ya no sólo de los Zulu, y muchas old faces. Entre éstas, la de One-Eyed Baz (también hay que tener mala idea, podrían haberle llamado "Diente de Oro Baz"), quien seguro que os suena del vídeo de Top Boys TV y que se acercó a saludar a sus guerreros acompañado de sus hijos. Un tipo muy educado y muy simpático.
Extrañas pegatinas las que se pueden ver en Brujas |
Sin lugar a dudas la cercanía geográfica y el hecho de jugar en Europa de higos a brevas contribuyó al masivo desplazamiento, pero es que era acojonante, de verdad, miraras donde miraras veías gente de esa que usa ropa cara. Sinceramente, cuando se desplazan así los ingleses es casi misión imposible hacerles frente, al menos en Europa occidental. Los hooligans del Brujas, club al que aprecio aunque sólo sea por su amistad con Legia, no hubieran podido hacer nada. Me llamó la atención la escasa presencia policial, pese a haber helicóptero y todo.
There was one belgian COPter in the air |
La cuestión es que fuimos a uno de los pubs de la zona repleto de casuals. Bueno, a decir verdad no estaba repleto literalmente, sólo lo estaba la terraza. Había una cola kilométrica para pedir pintas (¡a 5 euros!) que iban sirviendo los camareros y el local estaba vacío a excepción de los servicios (por supuesto) y de una mesa al fondo que estaba ocupada por cuatro o cinco tipos grandes, ya me entendéis, entre ellos un negro y alguno de avanzada edad, como si hubieran reservado el local para ellos solos. De hecho, sospecho que habían reservado el local para ellos solos. Tras haber presenciado esta escena digna de ID o El Padrino, recibimos la llamada de nuestro amigo inglés que estaba al otro lado de la plaza. Fuimos con nuestros vasos de cristal (no hubo ningún problema para sacarlos a la calle) hacia la otra punta de la plaza donde estaba la bandera de Zulu Warriors y, con ella, nuestro camarada. Allí comenzó el cebollón, usábamos las jarras para rellenarlas de las cervezas que íbamos comprando en un Carrefour Express, algunas más frías que otras. Era curioso ver a los ingleses (y a nosotros también) buscar y rebuscar en unas despobladas estanterías. Poco importaba que estuvieran en la nevera o calientes, la gente sólo miraba con extrañeza las latas de bebida local buscando por todas partes si ponía algo que indicara que se trataba de beer o la graduación alcohólica. Incluso vi a alguno bebiendo cerveza sin alcohol, puede ser que el médico se lo hubiera prohibido, pero sospecho que fue por no reparar en que el contenido alcohólico era 0'0%. Tuvimos suerte en ese sentido pese a mis temores iniciales de que se acabaran las existencias. Fueron reponiendo y reponiendo (y doy fe de que tuvieron que reponer y reponer), se ve que estos belgas son previsores... ¡y no iba a escasear el líquido elemento en ese país, faltaría más! Llegamos a pillar unas latas de cerveza de 12º de medio litro, me temo que uno de los últimos recuerdos de mi acompañante esa tarde.
La bandera de Zulu estaba muy bien situada, al lado de unos urinarios públicos que, como es lógico, presentaban un aspecto lamentable al final de la tarde. Ésa es una de las cosas que sí deberíamos copiar en Palma, poder mear a gusto sin tener que ir a un bar o hacerlo a hurtadillas entre unos contenedores. De todos modos, también debo señalar que los servicios situados en edificios públicos (estaciones, centros comerciales,...) son casi todos de pago, tanto en Bélgica como luego en Holanda. Pero bueno, mejor eso que tener que tomarte por cojones un café que no te apetece en ese momento sólo para poder descargar todo eso que llevas dentro.
Con los ingleses coincidimos con otro turista futbolero, un húngaro con el que hicimos muy buenas migas. También había un grupito de apasionados de Málaga, de hecho nos cantaban una cancioncilla sobre la ciudad andaluza. Por supuesto desconocían Punta Ballena, de haber sido así la canción hubiera tenido, seguro, otra letra. La cosa, como es lógico, comenzó a degenerar, especialmente para mi fiel escudero que, según me dijo al día siguiente, fue "embrujado" por la ciudad belga. Ya, ya. La dichosa mandrágora que le echaron en la bebida. La cuestión es que al final nuestros amigos ingleses nos proporcionaron unas entradas, con lo que nuestro plan de sólo ver el ambiente y retornar a Bruselas cambió y tuvimos la suerte de poder presenciar el partido.
Cuando iba siendo hora de marchar hacia el estadio, seguimos la marea humana que se desplazaba hacia el mismo. El trayecto fue muy, muy largo, y para mí especialmente pues debía arrastrar (casi literalmente) a mi camarada de viajes que se empeñaba en cantar melodías que sólo conocía él y en fotografiar los tejados de las casas. Alguno de los que estuvieron allí no sabe lo que pasó.
Pero bueno, al final llegamos y como íbamos con los ingleses, nos metimos en su zona aunque en teoría nuestras entradas eran de lateral. Mientras mi perjudicado compañero entró sin problema, a mí me pararon los de seguridad. Supongo que al ir con el "embrujado" y para no dejarme solo, aparte del hecho evidente de no ser belga, el encargado de seguridad de aquel sector me dejó finalmente entrar.
Ya en el interior, lo habitual cuando viajamos por Europa, disfrutar de unas buenas cervezas dentro del estadio. En este caso debíamos adquirir unos tickets canjeables al precio de dos euros, como en los conciertos. Y como es lógico, también disfrutamos del increíble ambiente que se montó en la grada. Ambiente que se convirtió en orgásmico con el segundo gol de los blues en el que la avalancha resultante provocó que servidor acabara por los suelos. Supongo que fue en ese momento cuando me golpeé el muslo. Y es que, aunque en ese momento no me di cuenta (bien porque estaba en caliente, bien por mi estado de embriaguez) acabé cojeando durante esa noche siguiendo una costumbre que inicié en Tarragona hace ya unos cinco años: acabar mis viajes cojo por X o por Y.
En la grada (y ya antes creo) habíamos perdido a nuestros acompañantes ingleses (aunque más bien sospecho que ellos "nos perdieron") lo cual no impidió que los volviéramos a ver más tarde al llegar al centro de la ciudad tras una larga caminata acompañados de dos ingleses tan perdidos como nosotros. Y es que allí habíamos quedado con el colega húngaro que se ofreció a llevarnos a dormir a su pensión ya que él también tenía que ir a Bruselas a primera hora del día siguiente. Nos despedimos de los pocos zulus que quedaban por allí, eso sí, tras aprovisionarse mi compañero de fatigas y nuestro amigo inglés de blanco sustento, y no hablo de moloko (nunca entenderé la facilidad que tienen algunos para encontrar lo que buscan en tierras extranjeras), con el que dejaron el ejemplar del Nuevo Testamento de la habitación del húngaro con más rayas de las que tenía escritas.
Allí, en la habitación, fue donde me di cuenta de lo maltrecho que estaba. Estuvimos un rato hablando de gente que se pega por fútbol, de mujeres polacas, y supongo que de alguna cosa más. El caso es que la noche ya estaba avanzada y nos despedimos del guiri para intentar dormir algo. Y digo intentar porque en mi caso fue imposible. No por el hecho de hacerlo en el suelo, algo a lo que estoy más o menos acostumbrado, sino por el frío que hacía allí dentro, aparte de por no poder cambiarme mucho de postura debido al dolor de la pierna. Vamos, que tuve que esperar a coger el tren para echar alguna cabezada. Por cierto, ahí fue donde nos timaron por primera vez en ese viaje, cuando el revisor nos hizo pagar otro billete porque el que teníamos de ida y vuelta sólo servía para un día. Vamos a ver, ¿quién coño pide un viaje de ida y vuelta a otra ciudad en la otra punta del país sólo para un día? ¡Es de locos! Luego lo iríamos compensando en Holanda cogiendo tranvías de gorra y esas cosas.
Esta canción se me quedó grabada en la cabeza varios días:
"We don't care about Carson (wanker), he don´t care about us, all we care about is BCFC", que traducido al bermellón vendría a ser algo así como: "no me importan los Supporters, no me importa Biel Cerdà, sólo me importas tú, Real Mallorca".
Y Extrañas canciones alusivas al Cardiff City entonadas por un mallorquín "embrujado".
AVISO: los vídeos, no sé por qué extraña razón, han quedado algo deteriorados. Si os interesa verlos bien, volver a reiniciarlos y se verán con una calidad aceptable.
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