¿Qué mejor colofón para un fin de semana en Alemania que un partido de fútbol? El domingo por la mañana jugaba el Colonia contra el Aalen. El Colonia tenía opciones de ascender y el rival no era nada del otro mundo, un equipo del montón. Dado que la noche anterior no hicimos muy tarde, estábamos más o menos frescos para disfrutar del primaveral domingo.
Con el tiempo algo justo cogimos de nuevo la línea 18 del tranvía y pusimos rumbo al estadio. No habíamos comido nada antes de partir y tanto mi compañero de andanzas como yo estábamos desesperados por meternos algo entre pecho y espalda ante la incompresión de nuestro anfitrión que sólo se preocupaba de llegar a tiempo para el partido. "¡Cuánta hambre se pasa en España!" debía pensar, pero lo cierto es que sigo sin entender cómo esa gente puede estar tanto tiempo sin probar bocado. Al final tuvimos que esperar a entrar al estadio para poder comernos sendas fricandelas regadas con cerveza. Cerveza con alcohol, por supuesto. Yo entré con un carnet infantil tras pagar un suplemento de 3€, lo cual me parece una buena manera de aprovechar un abono que nadie va a usar. La comida y la bebida la pagaron nuestros amigos con unos resguardos, no sé muy bien cómo iba la cosa pero creo que les hacían algún descuento por ser socios. Como digo, la cerveza era con alcohol, allí no ha llegado la sharia, aunque en unos puestos regalaban cerveza sin alcohol (la que aquí te venden en el estadio "por el precio de un riñón") que no parecía interesar mucho a los aficionados. A diferencia de Inglaterra se podía beber también en la grada, donde unos sonrientes helmuts* llevaban vasos, de medio litro aproximadamente, en bandejas.
Nosotros estábamos en el fondo ultra donde conviven distintos grupos. Nuestros amigos pertenecen a Boyz Köln. Aparte de ellos están Wilde Horde y Coloniacs, y alguno más que desconozco o que no recuerdo. Los hooligans, que colgaron una pancarta de homenaje en el descanso en memoria de uno de sus miembros recientemente fallecido, se sitúan en el fondo opuesto. La grada era de pie, ¡qué gusto poder volver a vivir el fútbol como Dios manda! Y sin policía que ofendiera la vista. Bueno, realmente no había policía en todo el estadio.
Llegamos, como apuntaba, con el tiempo justo. La interpretación del himno por parte de la afición fue espectacular, combinando palmas y bufandeos de una forma muy organizada, típicamente alemana. He visto algún vídeo por la red pero ni punto de comparación a lo que yo viví en directo. El tifo no fue para tanto, por no dejarlo en "no fue" a secas, se limitó a unos cuantos estandartes, banderas y bufandas. También típico germano. Más jugoso fue el tifo protesta en el descanso contra la presencia de cámaras de vigilancia.
Varios ultras dirigían los cánticos con megáfonos y el ambiente no decayó en ningún momento, manteniéndose el tifo vocal a un nivel muy óptimo durante todo el encuentro y transformándose en una explosión de euforia con el gol de los locales prácticamente en el último minuto (¡qué gusto también poder volver a subirse a una valla!), lo que le daba opciones de ascender. Lamentablemente ya sabréis que al final no pudo ser.
Al final del partido nos hicimos con algunos artículos no oficiales que vendían en la calle. Me quedé con las ganas de comprar una bufanda conmemorativa de la extinta y enterrada amistad entre Colonia y St Pauli. Para celebrar la victoria fuimos a tomar unas cervezas al bar donde se reúnen los hooligans de Cologne Streetfighters, entre los que vimos alguna cara conocida del concierto. Llevaban camisetas rojas confeccionadas en honor de su camarada. Según nos contaron, el funeral fue muy sentido, con presencia de muchos old faces y hasta de un gaitero al estilo celta. Gente ya veterana y curtida, bona gent, alguno con la parienta y uno que estaba convencido de que yo era inglés, no será por mi dominio del idioma, desde luego.
Por desgracia se acercaba la hora de partir y era cuestión de comer algo. Al final conseguimos invitar nosotros y lo hicimos en un restaurante especializado en escalopes de todo tipo (me río yo del Skalop) en plena zona de ocio universitaria y carnavalera. Yo di buena cuenta de un schnitzel típico vienés, mi particular manera de rendir homenaje a nuestros comunes amigos austriacos.No en vano, fue por ellos como comenzó esta amistad.
Pero lo más surrealista estaba por venir, y fue en el trayecto de vuelta. La verdad es que nos ha pasado de todo en los aviones, como ir con gente que no quería estorninos** a su lado, ser pilotados por Jesús Gil... pero lo de este vuelo no tiene nombre. El sobrecargo nos daba las informaciones pertinentes y las iba intercalando con estrofas de "María de la O", todo en el mismo tono neutro, totalmente serio. Nos recomendaba especialidades de rata para comer, perritos calientes de chihuaua (la verdad es que no me extrañaría que Michael O'Leary adoptara chuchos en las perreras para hacer salchichas y venderlas en sus aviones) y otra serie de barbaridades similares que no recuerdo. Ignoro si el tipo quería que lo despidieran, si era una especie de "sello personal" o alguna estrategia publicitaria de Ryanair, pero es totalmente verídico y la verdad es que nos quedamos pillados porque el tío siguió con lo mismo hasta llegar a Palma.
Concluye así la crónica de mi primera visita a Colonia que a las Pintas pongo por testigo de que no será la última.
* Apelativo en tono cariñoso que hace referencia a individuos de raza negroide.
**Apelativo en tono cariñoso que hace referencia a individuos de raza negroide.