BARTOMEU BESTARD.CRONISTA OFICIAL DE PALMA
El invento de la honda se remonta al principio de los tiempos de la humanidad, es decir, al Paleolítico, momento en que el ser humano aprendió a trenzar y tejer. Como sabe el lector, este instrumento servía para impulsar piedras con mayor fuerza y a mayor distancia que si se hiciese únicamente con las manos. Estaba constituido por una trenza, la cual podía tener diferentes tamaños, dependiendo de las necesidades de alcance. En la mitad de la trenza se formaba una bolsita en la que se colocaba el objeto a lanzar. Las hondas se podían fabricar con diversos materiales: fibras vegetales, crin, nervios o intestinos. En cuanto a los proyectiles, al principio eran simples piedras toscas, de la medida de un puño, también se empleaban cantos rodados. Posteriormente, la especialización llegó a producir bolas de terracota del tamaño de un huevo de gallina –que calentadas al fuego se convertían en auténticas granadas incendiarias– o bolas de metal (bronce o plomo) las cuales, a veces, llevaban grabados mensajes –solían ser insultos– destinados al enemigo.
Parece ser que la honda llegó a Mallorca desde el remoto Oriente. Sabemos que tanto los pueblos semitas como los griegos la utilizaban como arma militar. A modo de ejemplo baste recordar el hallazgo de multitud de proyectiles que realizó el famoso arqueólogo Heinrich Schliemann en Troya. También se tiene constancia de que los niños griegos asistían a clases para instruirse en el manejo de la honda, que como es sabido exigía un largo aprendizaje.
Tal como apunta el sacerdote e historiador Joan Nadal en su interesante estudio sobre el hondero balear, fueron precisamente los fugitivos de la guerra de Troya (1114-1104 a.C.) los que llegaron hasta las Gimnesias (denominación griega de las Baleares que vendría a significar la isla de los habitantes que luchan sin armaduras, es decir, los honderos). Así lo ratifica Licofrón de Calcis en su poema "Alejandra": "Y otros [de los fugitivos de Troya], después de navegar como cangrejos a las rocas Gimnesias rodeadas de mar; arrastrarán su existencia cubiertos de pieles peludas, sin vestidos, descalzos, armados con tres hondas de doble cuerda. Y las madres enseñarán a sus hijos más pequeños, en ayuno, el arte de lanzar; ya que ninguno de ellos probará el pan con su boca si antes, mediante precisa piedra, no acierta un trozo puesto sobre un palo como blanco".
La guerra de Troya desestabilizó la zona oriental del Mediterráneo. A consecuencia de ésta, los dorios –gentes rudas y montaraces– invadieron la Hélade. Muchos huyeron, también los de Rodas, que zarparon hacia occidente siendo los primeros visitantes de las Baleares. Seguramente ellos fueron los primeros honderos mallorquines y menorquines.
En ese primer momento, el hondero balear no participó en ninguna guerra. Mientras tanto, los fenicios fundaron Cartago en el año 814 a.C. y fundaron Ebusus (Ibiza) en el 654 a.C. En cambio los honderos baleares (Mallorca y Menorca) no acogieron a los púnicos. De hecho, los extranjeros que osaban acercarse a las costas Baleares solían ser recibidos con una lluvia de piedras. Tito Livio, siglos más tarde, recordaba como debieron ser los primeros encuentros entre las embarcaciones púnicas y los baleares: "Cayeron sobre la escuadra que se acercaba, como si de una granizada se tratase, una profusión de piedras, que las naves, no osando entrar en el puerto, viraban hacia alta mar". Precisamente, debió ser en esa época (654 a.C.) cuando los púnicos bautizaron a las Islas con el nombre de Baleares, es decir, las islas de los honderos.
Por tanto, los púnicos, para hacer pequeños intercambios comerciales con los mallorquines, no se atrevían a desembarcar en la Isla, sino que lo hacían en islotes cercanos a la costa (las Malgrats, por ejemplo) por miedo a ser capturados por los bárbaros honderos. Costa i Llobera, en su leyenda La deixa del geni grec, en que los nativos capturaron y se preparaban para sacrificar a Melasigeni que osó penetrar en los bosques de la isla, capta muy bien cual debía ser la realidad de aquellos momentos.
Fueron las guerras en que se enfrentaron púnicos contra griegos, cuando empezó la actividad mercenaria de los honderos baleares. La falta de recursos naturales con los que comerciar, provocó que en la isla se tuviesen que exportar mercenarios. Así empezó la leyenda de estos guerreros desnudos (los gimnetas), los cuales fueron consagrados "como una de las milicias más famosas de la Antigüedad". Los baleares, primero lucharon en el ejército cartaginés y después lo harían en el romano. Muchas son las crónicas que inmortalizaron sus gestas. Estrabón en su obra Geografía describía como acudían los honderos a la batalla: "A la lucha iban sin armadura, llevando en la mano un escudo y una lanza afilada al fuego, raramente acabada en una punta de hierro. Alrededor de la cabeza llevaban tres hondas, hechas de una especie de junco del que hacen cuerdas, o de crines o de nervios…" Así lucharon con Aníbal contra los romanos, y, también así, lo hicieron con Julio César en las Galias. En esa época los honderos lanzaban proyectiles de plomo en forma de bellota que llevaban la inscripción: "Caesar Imperator". Fue precisamente en las Galias dónde encontramos por última vez actuando a los honderos –cuando ya hacía años que las Baleares habían sido conquistadas por Quinto Cecilio Metelo–. Sin duda la romanización del archipiélago llegó a provocar la desaparición de los honderos. Sus gestas han pervivido en la memoria colectiva e inspiraron poemas como el que nos dejó escrito Costa i Llobera: Dins el natural ciclòpic ja s´era encastillada/ aquella gent, i des de sa altura defensava,/ arreu, arreu brunzien les pedres dels foners/ damunt les alteroses onades d´estrangers./ Fent ones se movien arreu armes, senyeres,/ cavalls, carros i força de màquines guerreres,/ ostentació superba d´un gran poder temut".
Parece ser que la honda llegó a Mallorca desde el remoto Oriente. Sabemos que tanto los pueblos semitas como los griegos la utilizaban como arma militar. A modo de ejemplo baste recordar el hallazgo de multitud de proyectiles que realizó el famoso arqueólogo Heinrich Schliemann en Troya. También se tiene constancia de que los niños griegos asistían a clases para instruirse en el manejo de la honda, que como es sabido exigía un largo aprendizaje.
Tal como apunta el sacerdote e historiador Joan Nadal en su interesante estudio sobre el hondero balear, fueron precisamente los fugitivos de la guerra de Troya (1114-1104 a.C.) los que llegaron hasta las Gimnesias (denominación griega de las Baleares que vendría a significar la isla de los habitantes que luchan sin armaduras, es decir, los honderos). Así lo ratifica Licofrón de Calcis en su poema "Alejandra": "Y otros [de los fugitivos de Troya], después de navegar como cangrejos a las rocas Gimnesias rodeadas de mar; arrastrarán su existencia cubiertos de pieles peludas, sin vestidos, descalzos, armados con tres hondas de doble cuerda. Y las madres enseñarán a sus hijos más pequeños, en ayuno, el arte de lanzar; ya que ninguno de ellos probará el pan con su boca si antes, mediante precisa piedra, no acierta un trozo puesto sobre un palo como blanco".
La guerra de Troya desestabilizó la zona oriental del Mediterráneo. A consecuencia de ésta, los dorios –gentes rudas y montaraces– invadieron la Hélade. Muchos huyeron, también los de Rodas, que zarparon hacia occidente siendo los primeros visitantes de las Baleares. Seguramente ellos fueron los primeros honderos mallorquines y menorquines.
En ese primer momento, el hondero balear no participó en ninguna guerra. Mientras tanto, los fenicios fundaron Cartago en el año 814 a.C. y fundaron Ebusus (Ibiza) en el 654 a.C. En cambio los honderos baleares (Mallorca y Menorca) no acogieron a los púnicos. De hecho, los extranjeros que osaban acercarse a las costas Baleares solían ser recibidos con una lluvia de piedras. Tito Livio, siglos más tarde, recordaba como debieron ser los primeros encuentros entre las embarcaciones púnicas y los baleares: "Cayeron sobre la escuadra que se acercaba, como si de una granizada se tratase, una profusión de piedras, que las naves, no osando entrar en el puerto, viraban hacia alta mar". Precisamente, debió ser en esa época (654 a.C.) cuando los púnicos bautizaron a las Islas con el nombre de Baleares, es decir, las islas de los honderos.
Por tanto, los púnicos, para hacer pequeños intercambios comerciales con los mallorquines, no se atrevían a desembarcar en la Isla, sino que lo hacían en islotes cercanos a la costa (las Malgrats, por ejemplo) por miedo a ser capturados por los bárbaros honderos. Costa i Llobera, en su leyenda La deixa del geni grec, en que los nativos capturaron y se preparaban para sacrificar a Melasigeni que osó penetrar en los bosques de la isla, capta muy bien cual debía ser la realidad de aquellos momentos.
Fueron las guerras en que se enfrentaron púnicos contra griegos, cuando empezó la actividad mercenaria de los honderos baleares. La falta de recursos naturales con los que comerciar, provocó que en la isla se tuviesen que exportar mercenarios. Así empezó la leyenda de estos guerreros desnudos (los gimnetas), los cuales fueron consagrados "como una de las milicias más famosas de la Antigüedad". Los baleares, primero lucharon en el ejército cartaginés y después lo harían en el romano. Muchas son las crónicas que inmortalizaron sus gestas. Estrabón en su obra Geografía describía como acudían los honderos a la batalla: "A la lucha iban sin armadura, llevando en la mano un escudo y una lanza afilada al fuego, raramente acabada en una punta de hierro. Alrededor de la cabeza llevaban tres hondas, hechas de una especie de junco del que hacen cuerdas, o de crines o de nervios…" Así lucharon con Aníbal contra los romanos, y, también así, lo hicieron con Julio César en las Galias. En esa época los honderos lanzaban proyectiles de plomo en forma de bellota que llevaban la inscripción: "Caesar Imperator". Fue precisamente en las Galias dónde encontramos por última vez actuando a los honderos –cuando ya hacía años que las Baleares habían sido conquistadas por Quinto Cecilio Metelo–. Sin duda la romanización del archipiélago llegó a provocar la desaparición de los honderos. Sus gestas han pervivido en la memoria colectiva e inspiraron poemas como el que nos dejó escrito Costa i Llobera: Dins el natural ciclòpic ja s´era encastillada/ aquella gent, i des de sa altura defensava,/ arreu, arreu brunzien les pedres dels foners/ damunt les alteroses onades d´estrangers./ Fent ones se movien arreu armes, senyeres,/ cavalls, carros i força de màquines guerreres,/ ostentació superba d´un gran poder temut".
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