Si algún casual desencantado ha llegado a la conclusión de que la cultura de la que forma parte ha llegado a su fin, ¿no podríamos decir lo mismo del movimiento ultra en España? Creo que ya he apuntado en algún lado mi opinión personal al respecto, dejando clara mi predilección por el modelo británico, pero esta opinión que voy a exponer a continuación no viene condicionada por mis gustos particulares.
De hecho, los que nos metimos en el mundo de las gradas a principios de los 90 estábamos muy influenciados por el modelo ultra, que era el predominante en la Piel de Toro. Y por entonces servidor, naturalmente, también estaba fascinado por el mundo del tifo. Recuerdo que grababa los partidos de la Liga italiana que emitía Telecinco los domingos por la noche (ya lunes, en realidad) para luego verlos al llegar del instituto. Naturalmente, el juego me importaba más bien poco, además era aburrido a más no poder, aunque el calcio dominara en Europa. Me fijaba en las gradas (vacías salvo en las curvas, estilo argentino) y el inicio era lo mejor, el tifo. Si no había coreografía o las cámaras no la enfocaban, intentaba mitigar mi decepción agudizando el oído intentando escuchar los cánticos.
Los ultras italianos estaban de moda. En cualquier grada española veías bufandas bordadas (eran la novedad, frente a las serigrafiadas) de aquéllas que venían en tres páginas a todo color del catálogo de DSO. Hoy daría cualquier cosa por recuperar aquel catálogo que dejé a nosequién y que no volví a ver, lo valoraba más que una revista porno pese a estar en plena adolescencia, la verdad. En Palma, una tienda de recuerdos (cuyo dueño fue quien encargó las primeras bufandas bordadas de Ultras Mallorca) al lado del hoy inactivo Teatro Principal, y que aún existe (la tienda y el teatro, aunque hayan conocido tiempos mejores), era nuestro particular DSO, ahí podías encontrar bufandas de todos los grupos, material italiano, etc. Italia era nuestro espejo.
España fue uno de los primeros países en adoptar el estilo ultra, aunque de aquella manera. Más en el nombre, más como etiqueta, que como modelo de grada. Costó ver un tifo original aparte de los megabanderones y las bengalas, y fueron más impulsados por la desgraciada muerte del niño Guillermo Alfonso que por un esfuerzo imaginativo. Casi hubo que esperar hasta los 90, hasta aquellos primeros mosaicos de Yomus perfeccionados luego por las peñas jóvenes barcelonistas. Pero en la esencia era el mismo modelo que el italiano.
En los 90 comenzaba a vivirse un auge en el movimiento ultra, con grupos como Frente Atlético, Ultras Sur, Ligallo o las gradas jóvenes de Barça y Español realizando espectaculares tifos. Generalmente el proceso era el siguiente: el Frente copiaba a Italia y a continuación, el resto copiábamos al Frente. O al menos lo intentábamos. Se empezaban a ver desplazamientos y corteos masivos, sobre todo en los derbys. En Mallorca lo de los tifos era un querer y no poder, se limitaba prácticamente a unos banderones, aunque lo cierto es que entonces relacionábamos la palabra "ultra" más con la política y las bomber y botas que con las cartulinas. Como bien dijo un Ligallo que nos visitó en una ocasión y que luego hizo una crónica de su experiencia para su fanzine, estábamos en la "prehistoria ultra". En pocas palabras, éramos ultras porque era lo que había.
Pero volviendo al ámbito nacional, decía que entonces había un auge. El pertenecer a un grupo ultra era un rito de adolescencia casi obligado en las grandes ciudades. Y en cualquier pueblecito de nuestra geografía con un equipo en una categoría regional, surgía un grupito de chavales con una sábana y a veces con más banderas (políticas casi todas) que gente, que se autodenominaban "ultras". Quien más quien menos había pisado un fondo o tenía un colega que pertenecía a un grupo.
Aunque algunos quisieran distanciarse renegando de él (y lo siguen haciendo), incluso posicionándose radicalmente en contra y denominándose "antiultras", lo cierto es que en sus características eran prácticamente lo mismo: pancartas interminables, tifos pirotécnicos, material del grupo, politización extrema,... los mismos ingredientes que conformaban la receta ultra servían para la antiultra. Otros renegaron para luego volver a autodenominarse "ultras" y hasta erigirse en adalides del movimiento, pero ésa es otra historia.
Pero la burbuja ultra estalló. Y vino la crisis.
Vino la crisis por las multas y la represión, aunque lo cierto es que las multas ya existían anteriormente. La moda pasó, sencillamente, pero lo peor era que muy pocos grupos habían llegado a funcionar como empresas. Sí, sí, empresas. Eso era lo que nos diferenciaba de Italia. O aún peor, los que habían asumido una organización empresarial lo habían hecho como empresas acostumbradas a la subvención, un fenómeno típicamente español.
Actualmente el modelo ultra está más extendido que nunca. Ahora se ha expandido por el norte y este de Europa. Y por todo el mundo, desde el norte de África hasta Australia, desde Japón hasta EEUU. Pero su centro ya no es el Mediterráneo. Alemania es sin lugar a dudas el espejo donde se mira el panorama ultra actual y es la escena más innovadora, organizada y original, quién lo iba a decir, aunque en los tifos flaqueen bastante a mi modo de ver, y la Zyleta del Legia sea la mejor grada ultra del mundo .
Pero en España creo que el modelo está caduco. Primero, por lo que apuntaba, porque hay poca autonomía, tanto a la hora de viajar como a la hora de acceder al estadio, realizar tifos, etc. Se depende demasiado de los clubes. El ejemplo de Biris, uno de los grupos punteros del panorama español, durante su tira y afloja con Del Nido es una clara muestra de lo que apunto. Un buen tifo es carísimo. ¿Cuántos grupos pueden realizar uno sin ayuda económica del club? No hay autogestión, en pocas palabras. Aunque claro, ¿cómo va a haberla si ni los clubes son autosuficientes? Ojo, que eso pasa en todo el mundo, pero aquí es mucho más palpable. Segundo, porque no hay suficiente gente que se sienta verdaderamente ultra con todo lo que eso significa. A diferencia de Italia, aquí no hay una actitud casi de militarización, no hay ningún tipo de seriedad, aparte de que esa entrega por el club y esa fanatización casi religiosa (y algo teatral) por unos colores no existe. Y la mentalidad, tampoco. Lo cual, por otro lado, no me parece ni bien ni mal, aunque casi hasta prefiero que sea así. Por contra, lo que hay es una politización burda que se antepone al club en la mayoría de los casos. Y tercero, porque hoy en día resulta hasta heroico acudir a un estadio. El tema de horarios, precios, represión, etc, creo que no hace falta ni apuntarlo porque está en la mente de todos.
Creo que el modelo ultra en España está dando sus últimos coletazos. El politiqueo está desfasado y lo que antes encontrabas en una grada ultra está ahora en las asépticas gradas jóvenes, esos sucedáneos de galas de tarde de discoteca sin alcohol, que no son más que la constatación de que el club necesita tanto a los ultras como viceversa.
Y tal vez sea mejor así.
Al menos para mí. Porque aunque no hay nada comparable al espectáculo de un tifo impresionante en una grada abarrotada que retumba con miles de hinchas cantando al unísono abrazados... a mí esas enormes pancartas me parecen ridículas en una grada semivacía y esos mosaicos calculados al milímetro me recuerdan a Corea del Norte. Y además, no soporto las megafonías, sobre todo si se escuchan más que las gargantas de los hinchas.
PD: que quede claro, y reitero, que no es aversión al estilo latino, algún día le tocará el turno a las dichosas cruces de San Jorge, quien parece ser el patrón del hincha español.