No tiene nada que ver con el fútbol. Pero es que he llegado a una conclusión. El fútbol es mi vida. Y mi vida no es interesante. Luego el fútbol no es interesante. Así que esto puede que lo sea más.
Niños feroces, de Lorenzo Silva, es la historia de la primera novela de Lázaro, un joven aspirante a escritor, en la cual nos cuenta a su vez otra historia: la de uno de esos españoles que acabaron alistados en las Waffen SS defendiendo Berlín durante los últimos días de la II Guerra Mundial.
Por supuesto, es un libro de guerra, de las guerras de antes y de las de ahora; de las guerras en las que se luchaba y moría por puro idealismo y de las guerras que utilizan vídeojuegos para reclutar carne de cañón; de aquellas guerras que dividían familias y de estas guerras edulcoradas y silenciadas.
Es un libro de Historia, la de aquéllos que en el pasado siglo cambiarían el destino de Europa y del mundo, para bien o para mal, de personajes célebres y de personajes anónimos, de personajes reales y de personajes ficticios, aunque no menos auténticos.
Y es también un estudio político. Y un artículo de opinión. Y una lección de Literatura.
El relato es muy variado y rico. Podría citar muchos fragmentos, pero sólo seleccionaré tres. Espero que en la editorial tengan claro que lo hago precisamente para animaros a leer el libro. Hacedlo. Merece la pena.
"No he vuelto a sentir lo mismo por una mujer. Y no me estoy quejando. Sé que muchos hombres se mueren sin sentirlo jamás. Por eso me siento afortunado, y me he negado siempre a tomar por amor lo que no era más que un sucedáneo. Como dice el poeta: "Quien lo probó, lo sabe". Después de probarlo, a mí me tocó echarlo en falta. Pero lo he hecho sin que me pesara, porque ella lo merecía".
"-De lo que puedo dar fe -atestigua Jorge- es de que allí había gente que luchó con la República en nuestra guerra. Yo traté mucho a uno. Velasco, se llamaba. Había sido sargento del Ejército Popular. Nos lo contó a Grau y a mí cuando tuvimos algo de confianza. Los alemanes le habían hecho cabo, y cuando le preguntamos por su experiencia militar, dudó pero al final nos lo dijo. Y nos dio sus razones. Que después de trabajar durante cuatro años con los alemanes, había visto que aquel país funcionaba. Que incluso con las estrecheces de la guerra, la riqueza se repartía, y que los trabajadores, al menos los libres, disfrutaban de condiciones dignas. Que él era socialista y algo sabía de las canalladas del estalinismo. Eso, más las pocas ganas de morir como una rata bajo una bomba de aviación, le había empujado a alistarse. Por suerte para nosotros, porque pronto nos hicimos inseparables, y porque tenerlo al lado, visto desde aquí, fue una bendición. En parte, si estoy aquí hablando contigo, es porque lo conocí a él y alguna vez me cubrió las espaldas."
"(Y ahora que está contada la batalla y resuelta la papeleta, por mi parte, de narrarla desde la más absoluta ignorancia táctica y estratégica, con la ayuda inestimable del propio Aramburu y de varios historiadores militares, un detalle anecdótico: hay un grupo musical llamado Krasny Bor 1943, que firma un tema con el mismo nombre. Buscando información sobre la batalla, me encontré con un vídeo enYouTube: un montaje de la canción con imágenes de Stalingrado, de Joseph Vilsmaier. Todavía estoy bajo la impresión.)"