BLOG DEDICADO A JAIME MARTORELL MIR




sábado, 21 de septiembre de 2013

HISPANIAE ULTRAS REQUIESCAT IN PACE



Si algún casual desencantado ha llegado a la conclusión de que la cultura de la que forma parte ha llegado a su fin, ¿no podríamos decir lo mismo del movimiento ultra en España? Creo que ya he apuntado en algún lado mi opinión personal al respecto, dejando clara mi predilección por el modelo británico, pero esta opinión que voy a exponer a continuación no viene condicionada por mis gustos particulares.
De hecho, los que nos metimos en el mundo de las gradas a principios de los 90 estábamos muy influenciados por el modelo ultra, que era el predominante en la Piel de Toro. Y por entonces servidor, naturalmente, también estaba fascinado por el mundo del tifo. Recuerdo que grababa los partidos de la Liga italiana que emitía Telecinco los domingos por la noche (ya lunes, en realidad) para luego verlos al llegar del instituto. Naturalmente, el juego me importaba más bien poco, además era aburrido a más no poder, aunque el calcio dominara en Europa. Me fijaba en las gradas (vacías salvo en las curvas, estilo argentino) y el inicio era lo mejor, el tifo. Si no había coreografía o las cámaras no la enfocaban, intentaba mitigar mi decepción agudizando el oído intentando escuchar los cánticos.
Los ultras italianos estaban de moda. En cualquier grada española veías bufandas bordadas (eran la novedad, frente a las serigrafiadas) de aquéllas que venían en tres páginas a todo color del catálogo de DSO. Hoy daría cualquier cosa por recuperar aquel catálogo que dejé a nosequién y que no volví a ver, lo valoraba más que una revista porno pese a estar en plena adolescencia, la verdad. En Palma, una tienda de recuerdos (cuyo dueño fue quien encargó las primeras bufandas bordadas de Ultras Mallorca) al lado del hoy inactivo Teatro Principal, y que aún existe (la tienda y el teatro, aunque hayan conocido tiempos mejores), era nuestro particular DSO, ahí podías encontrar bufandas de todos los grupos, material italiano, etc. Italia era nuestro espejo.
España fue uno de los primeros países en adoptar el estilo ultra, aunque de aquella manera. Más en el nombre, más como etiqueta, que como modelo de grada. Costó ver un tifo original aparte de los megabanderones y las bengalas, y fueron más impulsados por la desgraciada muerte del niño Guillermo Alfonso que por un esfuerzo imaginativo. Casi hubo que esperar hasta los 90, hasta aquellos primeros mosaicos de Yomus perfeccionados luego por las peñas jóvenes barcelonistas. Pero en la esencia era el mismo modelo que el italiano.
En los 90 comenzaba a vivirse un auge en el movimiento ultra, con grupos como Frente Atlético, Ultras Sur, Ligallo o las gradas jóvenes de Barça y Español realizando espectaculares tifos. Generalmente el proceso era el siguiente: el Frente copiaba a Italia y a continuación, el resto copiábamos al Frente. O al menos lo intentábamos. Se empezaban a ver desplazamientos y corteos masivos, sobre todo en los derbys. En Mallorca lo de los tifos era un querer y no poder, se limitaba prácticamente a unos banderones, aunque lo cierto es que entonces relacionábamos la palabra "ultra" más con la política y las bomber y botas que con las cartulinas. Como bien dijo un Ligallo que nos visitó en una ocasión y que luego hizo una crónica de su experiencia para su fanzine, estábamos en la "prehistoria ultra". En pocas palabras, éramos ultras porque era lo que había.
Pero volviendo al ámbito nacional, decía que entonces había un auge. El pertenecer a un grupo ultra era un rito de adolescencia casi obligado en las grandes ciudades. Y en cualquier pueblecito de nuestra geografía con un equipo en una categoría regional, surgía un grupito de chavales con una sábana y a veces con más banderas (políticas casi todas) que gente, que se autodenominaban "ultras". Quien más quien menos había pisado un fondo o tenía un colega que pertenecía a un grupo.
Aunque algunos quisieran distanciarse renegando de él (y lo siguen haciendo), incluso posicionándose radicalmente en contra y denominándose "antiultras", lo cierto es que en sus características eran prácticamente lo mismo: pancartas interminables, tifos pirotécnicos, material del grupo, politización extrema,... los mismos ingredientes que conformaban la receta ultra servían para la antiultra. Otros renegaron para luego volver a autodenominarse "ultras" y hasta erigirse en adalides del movimiento, pero ésa es otra historia.
Pero la burbuja ultra estalló. Y vino la crisis.
Vino la crisis por las multas y la represión, aunque lo cierto es que las multas ya existían anteriormente. La moda pasó, sencillamente, pero lo peor era que muy pocos grupos habían llegado a funcionar como empresas. Sí, sí, empresas. Eso era lo que nos diferenciaba de Italia. O aún peor, los que habían asumido una organización empresarial lo habían hecho como empresas acostumbradas a la subvención, un fenómeno típicamente español.
Actualmente el modelo ultra está más extendido que nunca. Ahora se ha expandido por el norte y este de Europa. Y por todo el mundo, desde el norte de África hasta Australia, desde Japón hasta EEUU. Pero su centro ya no es el Mediterráneo. Alemania es sin lugar a dudas el espejo donde se mira el panorama ultra actual y es la escena más innovadora, organizada y original, quién lo iba a decir, aunque en los tifos flaqueen bastante a mi modo de ver, y la Zyleta del Legia sea la mejor grada ultra del mundo .
Pero en España creo que el modelo está caduco. Primero, por lo que apuntaba, porque hay poca autonomía, tanto a la hora de viajar como a la hora de acceder al estadio, realizar tifos, etc. Se depende demasiado de los clubes. El ejemplo de Biris, uno de los grupos punteros del panorama español, durante su tira y afloja con Del Nido es una clara muestra de lo que apunto. Un buen tifo es carísimo. ¿Cuántos grupos pueden realizar uno sin ayuda económica del club? No hay autogestión, en pocas palabras. Aunque claro, ¿cómo va a haberla si ni los clubes son autosuficientes? Ojo, que eso pasa en todo el mundo, pero aquí es mucho más palpable. Segundo, porque no hay suficiente gente que se sienta verdaderamente ultra con todo lo que eso significa. A diferencia de Italia, aquí no hay una actitud casi de militarización, no hay ningún tipo de seriedad, aparte de que esa entrega por el club y esa fanatización casi religiosa (y algo teatral) por unos colores no existe. Y la mentalidad, tampoco. Lo cual, por otro lado, no me parece ni bien ni mal, aunque casi hasta prefiero que sea así. Por contra, lo que hay es una politización burda que se antepone al club en la mayoría de los casos. Y tercero, porque hoy en día resulta hasta heroico acudir a un estadio. El tema de horarios, precios, represión, etc, creo que no hace falta ni apuntarlo porque está en la mente de todos.
Creo que el modelo ultra en España está dando sus últimos coletazos. El politiqueo está desfasado y lo que antes encontrabas en una grada ultra está ahora en las asépticas gradas jóvenes, esos sucedáneos de galas de tarde de discoteca sin alcohol, que no son más que la constatación de que el club necesita tanto a los ultras como viceversa.
Y tal vez sea mejor así.
Al menos para mí. Porque aunque no hay nada comparable al espectáculo de un tifo impresionante en una grada abarrotada que retumba con miles de hinchas cantando al unísono abrazados... a mí esas enormes pancartas me parecen ridículas en una grada semivacía y esos mosaicos calculados al milímetro me recuerdan a Corea del Norte. Y además, no soporto las megafonías, sobre todo si se escuchan más que las gargantas de los hinchas.
PD: que quede claro, y reitero, que no es aversión al estilo latino, algún día le tocará el turno a las dichosas cruces de San Jorge, quien parece ser el patrón del hincha español.

martes, 20 de agosto de 2013

COLONIA-OBERHAUSEN 2013 (II)

 

De la terraza pusimos rumbo a la estación de autobuses, donde nuestros amigos habían fletado un autocar para acudir al concierto. Nada más llegar a la misma, mi compañero de viaje y yo "asaltamos" un puesto de salchichas, pues estábamos algo hambrientos, y mientras disfrutábamos de los deliciosos y especiados manjares pudimos ver cómo iba llegando bastante peña con la cabeza rapada, botas, harringtons y ropa de camuflaje. Supusimos que iban al concierto, con cierta sorpresa, ya que creíamos que ya no era habitual esa estética en Alemania entre los seguidores de los Onkelz (porque al fin y al cabo era un concierto de los Onkelz). Pero resulta que iban a coger otro autocar que les llevaba a otro destino y no tenían nada que ver con nuestro concierto. La verdad es que aún estoy intrigado, ¿dónde irían? Tenían cierto aire hardcoreta y un pelín psycho... Cuando comenzaron a llegar nuestros compañeros de viaje ya pudimos comprobar cómo su apariencia sí era más convencional. Entre ellos había un grupito de hools del Colonia que se distinguían por sus camisetas blancas de tirantes, y de los que nuestro amigo D estaba algo temeroso de que pudieran liarla en el concierto con hools de otros equipos, aunque hay que adelantar que se portaron correctamente y no la liaron. Hasta donde yo sé, al menos.
Mientras aguardábamos que el chófer llegara y abriera el autocar, yo comencé a sentir una imperiosa necesidad de aligerar mi vejiga, pero ante el temor de que partieran sin mí conseguí aguantar, aunque no lo suficiente. Nada más abrir el autocar me introduje en el servicio. No debí haberlo hecho, aunque no sé muy bien por qué. ¿Qué tipo de problema puede ocasionar en un bicho de diez toneladas que yo haga mis necesidades en el retrete destinado a tal efecto? Mientras orinaba, el chófer dijo algo por el micrófono. Cuando salí y vi que todos miraban hacia mí con cómica e incrédula expresión, supe que el discursito no era para desear buen viaje al pasaje.
Con buena música, buena compañía y buenas (aunque algo calientes) cervezas transcurrió nuestro viaje a Oberhausen, en cuyo Turbinenhalle se celebraba el concierto. Un recinto enorme que se llenó de mucha peña curtida ya, y algunos más jóvenes, casi todos con camisetas negras. O sin ellas. Yo accedí al recinto con varios kilos de barro incrustados en las zapatillas que me obligaron a dedicar una parte de mi tiempo al día siguiente en adecentarlas, y es que el camino hacia el pabellón estaba lleno de charcos.
 
 
El concierto en sí fue espectacular, con un Kevin Russell en plena forma pese a su evidente aumento de peso (la cárcel no parece haberle sentado mal). Fue un alivio, tras haber visto hace un año a Axl Rose arrastrarse afónico por un escenario, ver que el bueno de Kevin seguía con su voz intacta, aunque no se pudiera mover como antes. Era una gozada disfrutar de los clásicos temas de la banda como si los años y las divisiones no hubieran pasado factura. Los pogos fueron impresionantes pero muy cívicos, en cuanto alguno caía, el resto de danzantes le levantaba y vuelta a empezar.
Entre los cánticos habituales de los seguidores de Böhse Onkelz (eso sí, cambiando el "Onkelz" por "Kevin"), el tema más reclamado fue, por supuesto, el de "Mexico", lo que indica la clara tendencia futbolera del público de Kevin. Así que podéis imaginar la explosión cuando comenzaron a sonar los primeros acordes del tema estrella del Mundial '86. Apoteósico, un pogo continuo. Fue tan ansiado que, de hecho, se me hizo muy cortito, pese a que en los vídeos de aquel día que he podido visitar queda claro que se recreó más de lo que yo recordaba.
Con la vuelta amenizada por viejos temas de la mítica banda alemana y por más cerveza aún más caliente, volvimos a Colonia donde salimos un rato por bares nocturnos en los que sonaban temas arenaleros clásicos. Pero no teníamos cuerpo para mucha juerga (ya estamos viejos para estos trotes), de modo que nos recogimos pronto y no acompañamos, muy a nuestro pesar, a alguno de nuestros camaradas que decidieron acabar la noche en el, dicen, "centro recreativo cultural" más grande del mundo.

 

jueves, 15 de agosto de 2013

EL CASUAL HA MUERTO

Os traigo una traducción algo "libre" (perdonad las puntuales incorrecciones, pero la esencia es la misma) del artículo "The Death Of The Football Casual" escrito por Jack Collins.



El hecho de haber nacido en los años 80 y crecido a lo largo de esa década significó mi involucración en la escena del casualismo al final de sus días de gloria. Muchos dirían que todo había terminado mucho antes de que yo llegara, pero la escena era todavía vibrante, con chicos de todas las edades participando de esa mezcla entre una forma de vestir elegante y violencia futbolera, ampliada significativamente en comparación con la generación anterior a mí.
Ya ha habido una cantidad exhaustiva de ensayos y estudios escritos sobre por qué los muchachos jóvenes se reúnen para pelear en el fútbol, así que me voy a ahorrar las chorradas psicoanalíticas y voy directamente con la regla número uno: no importa cómo seamos o cómo vistamos, los hombres somos animales tribales, y ya sea por el orgullo, el deporte o la supervivencia, vamos a luchar entre nosotros. La regla número dos es que dentro de esos bajos instintos, en los que prima la agresión y un ambiente sin control, el cuerpo experimenta un instinto de supervivencia y la adrenalina que fluye tan ferozmente a través de su sangre crea una sensación más intensa que la que he experimentado con cualquier droga. Es esa sensación la que hace que sea tan adictivo.
Tras unos años recorriendo el país para practicar esta violencia de fin de semana con mis compañeros, experimenté algo que me señaló el cambio. Películas como Football Factory y Green Street han dado a conocer el fenómeno a gran escala, y con ellas llegó una nueva generación de 'casuals' en las que no reconocía nada de lo anterior. Antes, si querías destacar sobre el resto tenías que mostrar un poco de respeto a los jefes mayores, reconocer que había una manera de hacer las cosas, y sobre todo, que ibas a mantener tu posición en una línea.
Con esta nueva generación se trataba exclusivamente de emular un estilo de vida que habían visto en la pantalla: usar la ropa adecuada, usando las palabras correctas, escuchar la música adecuada, jugando con los aspectos violentos, pero sin ensuciarse las manos. Estos chicos no eran de la misma población, como durante las últimas tres décadas de casuals en Gran Bretaña, la fábrica de fútbol había conseguido un nuevo proveedor y estaba sacando copias sintéticas baratas.
Si no me crees, haz una búsqueda de Twitter para 'casuals' o 'awaydays' en un día de partido. Serás bombardeado con centenares de fotos de todo el país con deportivas, pelo de punta y ropa de Stoney, o posando con las capuchas de sus goggle, tratando desesperadamente de crear un estilo de vida que han conocido a través de libros y películas. La realidad es que la violencia en el fútbol no es una escena de película. ¿Crees que en los años 80 tenías tiempo de fotografiarte el calzado mientras unos scousers te intentaban pinchar el culo?
Antes de que se me acuse de ser un viejo gruñón nostálgico y quejica -aún estoy en la veintena-, quiero dejar claro que ya no voy al fútbol, pues los organismos represivos han decidido que no soy lo suficientemente responsable como para acercarme una milla a cualquier campo de fútbol en el país, probablemente por temor a que podría estallar en cólera al ver una bufanda azul y blanca y golpear un montón de jubilados. Pero lo que yo experimenté fue que mi generación fue la última en mantener, o al menos intentarlo ante una cada vez mayor presencia policial, los valores fundamentales de los casuals.
Para mí, la idea de que esto había terminado llegó una mañana en el derby local, (...)cuando tras citarnos por teléfono, nuestros rivales se fueron corriendo al vernos, con miradas asustadas en sus caras. Lo siento amigo, no queremos jugar más. Dadnos nuestra pelota y nos podemos ir a casa.
Ellos pensaban que estaban hablando por teléfono con sus homólogos, los jóvenes pretendientes como ellos que saltaban a la calle gritando hasta que la policía los separaba y podrían ponerse una medalla por el simple hecho de estar allí. Cuando comprobaron que en realidad habían citado a un grupo considerable de veinte a cuarenta y tantos que tenía la intención de hacerles daño, y sin la presencia salvadora de una escolta de policía, vi sus rostros palidecer.
Tanto yo como la mayoría de compañeros de mi edad, independientemente del club, nos metimos en ello porque queríamos formar parte de algo. Éramos de una generación diferente a la de los hooligans originales de los 70 y 80, no había batallas campales de 200 tíos para arriba mientras salíamos en todos los titulares. Todo era muy cerrado y con mucha unidad, tú estabas allí porque querías estar allí. La mayoría de las veces esperabas durante todo el día y no pasaba nada, pero si pasaba, no había segunda línea en la que esconderse, no había una melé en la que perderse y sí una gran posibilidad de acabar malparado. Sabíamos los riesgos que implicaba, pero como cualquier otro muchacho de ideas afines por todo el país, que salía de su casa lleno de energía un sábado por la mañana, estábamos orgullosos de nuestra ciudad y de nuestro equipo, e íbamos a aprovechar cualquier oportunidad para demostrarlo.
Sí, nos gustaba lucir, madrugar para buscar por toda la ciudad el último modelo de adidas, gastarnos el equivalente al PIB de Burkina Faso en una chaqueta que no podíamos permitirnos, pero la imagen fue siempre un añadido. No me malinterpretéis, porque era importante. Era algo más que beberse una cerveza y llevar una camiseta de réplica, consistía en demostrar a tus oponentes (paradójico para un movimiento que nació del deseo de no llamar la atención de la policía) que tú habías llegado y que estabas allí.
Había chavales que llevaban unas Reebok Classics y el mismo polo Lacoste todos los partidos, pero eso no significaba nada. Cuando notas esa sacudida repentina en el abdomen, cuando estás en inferioridad numérica y te están superando, prefiero tener a uno de ellos a mi lado que a una docena de tíos preocupados de que no se les manchen sus adidas. En estos días, no estoy tan seguro de que la mentalidad sea la misma.
Pero con las cámaras y las escoltas policiales y draconianas, la gente podría hacerse llamar casual sin haber tenido una pelea en su vida. Y en un círculo cerrado como el nuestro, donde cualquier policía nos conoce por el nombre de pila, nadie iba a correr riesgos innecesarios, aunque tampoco liarla con el rival un martes por la noche (lo cual es más fácil decirlo que hacerlo, hay que reconocerlo).
¿Y ahora qué pasará con el casual? ¿Será como su primo mod un impresionante recordatorio del pasado estilo cultural de Gran Bretaña, pero sin importancia social? Será simplemente un uniforme junto con una mentalidad redundante y un manual de instrucciones para un estilo de vida determinado. ¿Se encontrará no en los modernos estadios de la clase media, sino en congresos nacionales a los que acudirán veteranos y entusiasmados chavales que exhibirán sus adidas o sus CP Urban Protection tomando una cerveza? Perdonadme si parezco abatido, pero nunca he sido partidario de perpetuarme culturalmente. Cuando una época ya pasó, como ocurre ahora, hay que mirar adelante, dejar el pasado donde está y no quedarse estancado, encontrar una forma de expresión para este tiempo. Después de todo, ¿no es cierto que fue la actitud la que dio la vida a los casuals en primer lugar?

viernes, 9 de agosto de 2013

SOM DE SEGONA

 

La verdad es que ya estaba cansado de la Primera División, liga bebeuvea o como se llame. Así que he decidido hacerme abonado de nuevo. Lo cierto es que no recuerdo la última vez que lo fui. Pero sí recuerdo el primer carnet que tuve y su precio, 5000 pesetas. Entonces el Mallorca estaba en Segunda y no parecía que fuera a ascender de inmediato. A las dificultades económicas endémicas propias del club se añadía un proyecto deportivo nada ilusionante. Éramos de media unos 3000 espectadores en el Luis Sitjar y de las cenizas del extinto grupo Mallorca Sud comenzaba a surgir Ultras Mallorca. ¿De qué sirve jugar en Primera si cuando obtienes una clasificación para jugar competiciones europeas te la quitan luego en los despachos? En Segunda al menos existe la posibilidad de soñar con el ascenso. O la emoción de acabar hundido aún más en el infierno.
En todo caso, qué quereis que os diga. Para ver un Mallorca-Valladolid o un Mallorca-Osasuna en Primera, el aliciente para servidor es el mismo que un Mallorca-Eibar o un Mallorca-Lugo. Y en cuanto a los dos innombrables, bastante los soportamos a diario en todos los medios como para mojarnos las bragas a 120€ cuando nos visitan. Os aseguro que no voy a añorar nada esos 12 puntos perdidos y esos 18 ó 20 goles encajados.
Así que sí, la verdad es que me siento muy a gusto en Segunda. Ya no será como antes, en el viejo estadio, con los viejos bares que ya no existen y las viejas caras que ya se fueron, el marcador manual, los anuncios de "La Casa del Jamón, con el Mallorca y afición", los boleros al descanso (¡sonaba "Patria" en ocasiones!) y aquellas gradas de pie en las que la mayoría permanecían sentados dada la escasa asistencia a los encuentros. Y tampoco me gustaría que fuera así. El pasado está muy bien para recordarlo, no para revivirlo. Ahora será muy distinto a aquello aunque muy similar a lo que hemos podido experimentar en Primera: un estadio casi vacío y un ambiente gélido, aunque con una grada joven bastante decente en cuanto a animación. Y tal vez lleno los últimos partidos si nos jugamos algo gracias al regalo masivo de entradas.
Sinceramente, creo que la Primera nos venía grande, había llegado a aburrirnos, y creo también que no soy el único. Sé que hay abonados de primera, esos que sólo se apuntan al carro cuando jugamos en la máxima categoría. Dudoso mallorquinismo el suyo, pero allá cada cual. Pero yo soy de segunda. Primero, porque no tengo dinero para pagarme un abono en Primera. Y segundo, porque empezaré esta temporada más ilusionado de lo que lo he estado en los últimos años. No tanto como cuando tenía 16 años, pero más o menos con el mismo presupuesto. Aunque ya no en pesetas, sino en euros. Al menos en esta liga no seremos una de las 18 comparsas. Seremos uno de los 22 protagonistas.

miércoles, 24 de julio de 2013

1500 MAGAZINE

A finales de agosto está prevista la salida del número 6 de 1500 Magazine, tal vez uno de los más completos de la escena que hay en la actualidad. Y es que a mi modo de ver, esta revista tiene casi todo lo que se puede pedir a una publicación dirigida a gente de fútbol. A gente que entiende el fútbol como nosotros, vamos. En esta publicación podemos encontrar ¡artículos sobre fútbol!, así como crónicas de conciertos al más puro estilo puntaballenero, artículos de opinión, recomendaciones sobre ropa y música, reseñas de estrenos cinematográficos,... Una miscelánea casualística de lo más interesante en mi humilde opinión.
He de dejar claro que a mí los artículos sobre futbolistas, entrenadores, etc, me interesan más bien poco (aunque al menos están centrados en la Premier League), pero creo que lo que diferencia a esta publicación de otras de culto dentro de la movida es que se habla de fútbol. ¡Cojones, que los casuals son futboleros, no marujas! ¿Qué pintan recetas de cocina en un fanzine casualístico? ¿Qué será lo próximo, recomendaciones de móviles y coches? Aunque el fútbol actual sea una mierda, debemos recordar cuáles son nuestros orígenes, ¿no? ¿Y por qué digo que tiene casi todo lo que se puede pedir? Porque faltan las tetas de Nuts. Un poco de chicha femenina sería ideal...
Sin embargo, aunque ésa es la idea, que como digo, es buena, el resultado final no me acaba de convencer. Más de la mitad de su contenido es futbolístico. En el último número salido el mes de mayo, que es el que nos ocupa (aunque la estructura es similar en números anteriores), viene incluso un reportaje sobre el Chievo Verona, que no interesa a casi nadie, con el imperdonable error de confundir la afición del Hellas con la del citado club de la misma ciudad. Sólo salvaría una entrevista al responsable de Weekend Offender y las páginas del apartado musical. Si a eso añadimos el escaso número de páginas (cuarenta), hace que el resultado final sea algo pobre. Pero ya digo que la idea es buena y espero que en sucesivos números haya contenidos más variados. Si es que hay más números, pues aunque en facebook siguen presentes, su web expiró. 
Quería fútbol. Pero no tanto.
 
 
 

Macrooperación en Mallorca contra los 'Ángeles del infierno'


Descenso al infierno de los ‘Hell Angels’. Un centenar de guardias civiles y policías nacionales lanzó ayer en Mallorca la ‘operación Casablanca’ contra una mafia de moteros alemanes ‘Ángeles del infierno’, que además ha permitido destapar también una trama policial que daba cobertura a los hampones.
A las cinco de la mañana, tras un año de investigación, los funcionarios de los dos Cuerpos irrumpieron en una decena de casas de s’Arenal, Platja de Palma, Andratx, Calvià, Lloret y Palma. El enorme dispositivo fue coordinado in situ por el juez de la Audiencia Nacional Eloy Velasco, que se trasladó ex profeso a Mallorca. Los ‘Ángeles del Infierno’ llevaban mucho tiempo en el punto de mira policial y en un momento dado las dos investigaciones -del CNP y de la Benemérita- se cruzaron. Los mandos policiales decidieron entonces aunar esfuerzos y llevar a cabo una operación conjunta, que estalló ayer.
El presunto ‘capo’ motero, Frank Hanebuth, fue arrestado en su domicilio de Lloret, mientras que otro de los sospechosos -Michael F.- fue detenido en su mansión de Establiments. En esa propiedad la policía se incautó de cuadros muy valiosos y documentación. También se halló en el garaje un deportivo de altísima gama, aunque el dueño de la casa sostuvo que no era suyo, sino de una clienta. Esa mujer, precisamente, fue detenida poco después. En ese registro, que duró varias horas, estuvo presente el abogado de Michael, Pedro Munar, del despacho Balear Abogados.
En el Puig d’en Ros también se registró un despliegue muy llamativo de guardias civiles, que arrestaron a un hombre de color de casi dos metros de altura y cresta. En un prostíbulo de la calle Misión de San Diego, en s’Arenal, se arrestó a otro musculoso extranjero, vinculado con los ‘Ángeles del Infierno’.
Al cierre de esta edición, ya eran 27 los detenidos, entre los que se encontraba Góngora N. S., un policía local de Palma. Se habían practicado 30 registros y para hoy quedaban algunos flecos pendientes. De hecho, están previstas más detenciones.
 

¿Y SI NO HUBIERA SALIDO EN LAS PINTAS?

Calvià refuerza la vigilancia policial y restringirá la circulación nocturna en Punta Ballena

En las noches de verano y en esta zona, el Ajuntament sólo permitirá el tráfico a residentes y a vehículos de servicios públicos


El alcalde de Calvià, Manuel Onieva (PP), anunció ayer tras reunirse la junta de seguridad junto con representantes de las asociaciones empresariales del municipio una «nueva hoja de ruta para las noches calientes de Magaluf, para que no se convierta en una zona sin ley y sin control».
El primer edil, acompañado por el jefe de la Policía Local de Calvià, el mayor José Antonio Navarro, detalló los refuerzos en presencia policial que ya se están aplicando desde la semana pasada tanto en Punta Ballena como en la calle Ramon de Moncada de Santa Ponça, donde se congregan en estas zonas de diversión miles de turistas jóvenes consumiendo grandes cantidades de alcohol.
Según el alcalde la plantilla de la policía ha sido aumentada en veinte agentes más que el verano del año pasado. El 25 % del colectivo policial, unos 50 agentes están destinados a la vigilancia nocturna. En las zonas «calientes» actúan tanto policías uniformados como de paisano, además de miembros de la Guardia Civil.
En cuanto a la posibilidad de cerrar el tráfico rodado en la calle Punta Ballena, tal como ha solicitado el PSOE, un «exhaustivo informe» de la policía considera conveniente que no se suprima totalmente para en casos necesarios esté el vial relativamente despejado para vehículos de emergencia o intervenciones policiales, mientras que si estuviera ocupado totalmente por una multitud de jóvenes dificultaría cualquier actuación.
Medidas
Según la policía, ahora desde las 00:00 a las 05:00 horas, excluyendo a los taxis, apenas pasan media docena de vehículos. En todo caso, las nuevas medidas que ha adoptado el equipo de gobierno es restringir en esta calle durante las noches de los meses de verano la circulación a los que no sean residentes de esta calle.
Igualmente, según Onieva y para salvaguardar la imagen de Magaluf, el presidente de la asociación de hoteleros Sebastián Darder, acordó hacer una campaña de concienciación en los hoteles sobre el «balconing» y «el compromiso firme» de expulsar de sus establecimientos a los clientes que alteren el orden público.
Asimismo, las asociaciones de comerciantes presentes en la reunión se comprometieron a incidir entre sus afiliados para que se respeten con rigor las ordenanzas municipales, especialmente la de publicidad dinámica.
 
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