FINALES

Sin lugar a dudas, la final de Champions 2012 fue la final soñada. Por servidor, no por la UEFA, que hizo lo imposible para una final a la española. Pero sucede que cuanto más preparas algo, más suele torcerse todo y la final española que tuvo no fue la que deseaba. Jódete, Platini.

Tenía total confianza en el Chelsea, y más teniendo en cuenta que la final era en Munich y su rival el Bayern. No hay dos sin tres, y tras el maracanazo y el centenariazo, el munichazo era otra de esos inevitables y previsibles desenlaces. Así pues, escaso mérito el mío al confiar en los blues. O en los asules, como dirían en Binissalem (un saludo a s'apotecari).

Y es que el fútbol se lo debía. La Copa de Europa hay que ganársela a pulso y el Chelsea ya se había presentado a las convocatorias necesarias para acceder a su plaza entre los grandes. Tocaba este año, no había más que hablar. Y tenía que hacerlo sufriendo. Cuando el Bayern marcó se me quedó cara de imbécil. Peor aún que aquel gol en el descuento que le valió tres títulos al Barça. Y peor que aquella tanda en Moscú, rodeado de mancunians en un pub palmesano. Peor porque entonces era lo lógico, el Chelsea seguía siendo un novato, aún tenía que aprender lo doloroso e injusto que es el fútbol, el moderno, el antiguo y el eterno. Sin embargo, esta vez pensaba que no podía ser, que eso no entraba en el paquete. Y así era, en el minuto 88, como predijo mi buen amigo polaco, Drogba nos hizo soñar de nuevo. El penalti atajado por Cech fue la confirmación de que esta vez sí. Una repetición del de Messi. Aunque me tocara seguir sufriendo en la tanda final. Pero al fin y al cabo, ¿qué placer producen las cosas obtenidas sin esfuerzo y sin sufrimiento? Bueno, tal vez el mismo. Pero así son más apreciadas.

Y ya que estamos, predigo que el próximo duelo Ballermann 6 - Punta Ballena será en la Eurocopa. Con victoria alemana, como siempre.

Tengo también ganas de escribir de otro final, el de Liga, que comenzó siendo un poco entusiasmado "a ver si damos la campanada en el Bernabéu" y acabó convirtiéndose en un delirio. Tras comprobar que nuestro equipo era un invitado más en la celebración madridista y que en la televisión sólo daban un intrascendente Getafe - Zaragoza que no importaba a nadie porque ya se sabía lo que iba a pasar (los esfuerzos de Moyà por dejarse meter un gol rozaban lo bochornoso), a punto estuve de irme a mi casa. Pero por pereza y por estar un rato más entre colegas, me quedé a ver qué pasaba... Y lo que pasó fue lo mejor que podía pasar. ¿El Mallorca en una competición europea o el Villarreal a segunda? Si hay que elegir, no hay color. Desde ese día, Falcao y Tamudo hijos predilectos de Pintas en Punta Ballena.

El descenso de los aldeanos no fue sólo un acto de justicia sino también el fracaso de una manera de entender el fútbol (el comepipismo, la chabacanería, el mercenariado), la economía (la especulación, el ladrillo) y la política (la corrupción, el tráfico de influencias). Mercadona es una empresa cuyo modelo a seguir son los chinos. Con eso ya está todo dicho. Roig es un Abramovich de bazar.

Los paletos debían descender por el bien del fútbol, no sólo por el odio que podamos tenerle los mallorquinistas. No somos los únicos, por cierto. Pero al parecer, el descenso, o la alegría bermellona por el mismo, sentó muy mal a una panda de charlatanes que no se representan ni a sí mismos y que se reúnen cada mediodía para soltar sandeces en la radio. Es lógico, ésa es su filosofía de vida al fin y al cabo. Pegar un braguetazo con la hija del jefe, lamer los culos que haga falta y vivir del cuento. Se ofenden de que se quemara una camiseta del Villarreal en las Tortugas pero no de que sus modélicos hinchas bilbaínos silben el himno de España o insulten a su nación. Jodeos vosotros también, cretinos.

Y esto último me da pie a concluír esta entrada y a despedirme de esta temporada. Decía Agustín de Foxá que lo que menos perdonaba al comunismo fue que le impulsara a hacerse falangista. Yo lo que menos le perdono al Bilbao es que me haya impulsado a hacerme colchonero. Y culé.