LECTURAS VERANIEGAS
Mi madre me compró mi primera prenda mientras estaba de vacaciones en Mallorca. Sólo una camiseta Lacoste roja y blanca, pero yo fui el "rey" la semana siguiente en la escuela.
Nick Love x
El desprecio a la policía, el respeto a los ancianos, el amor hacia los más débiles, la religiosidad,... son algunos de los valores defendidos por la Educación siberiana.
No tiene nada que ver con el fútbol. ¿O sí? Este regalo que me hicieron dos buenos amigos con la dedicatoria para "esa clase de gente que se pega por fútbol" creo que será comprendido por aquéllos que siguen siendo un puñado de románticos en esta inmensa cloaca que es el fútbol moderno.
Es un libro altamente interesante (al menos le ha encantado a todos los que se lo he recomendado) para conocer las condiciones de vida y el código criminal de los urcas siberianos deportados a Transnistria en tiempos de Stalin. El autor, que se basa en experiencias personales, actualmente afincado en Italia, prepara asimismo un libro sobre su experiencia militar en Chechenia que estoy deseando que vea la luz.
No dejéis de leerlo, no sólo por puro entretenimiento o curiosidad antropológica (que también) sino por, como ha sido mi caso, comprobar lo difícil que resulta mantener unos valores en un mundo tan materialista y utilitario como el actual, pero lo importante y satisfactorio que resulta a la larga. Valores que supuestamente defendemos, pero que son pisoteados por nosotros mismos, tal vez porque la vida nos pone a prueba o vemos malos ejemplos a nuestro alrededor. Y no es que haya que mantenerse fieles a esos valores porque sean mejores o peores, sino porque te recuerdan quién eres y de dónde vienes. Si a eso le unimos el curioso lenguaje de los tatuajes, historias carcelarias, sangrientas peleas,... ¿qué más podemos pedir?
Nuestros mayores nos educaban bien.
Para empezar, nos enseñaban a respetar a todos los seres vivos, categoría en que no entraban los policías, las personas relacionadas con el gobierno, los banqueros, los usureros y todos aquéllos que ostentaban poder económico y explotaban a la gente sencilla.
Nos enseñaban también a creer en Dios y en su hijo, Jesús, así como a amar y respetar las demás formas de creer en Dios. Pero ni la Iglesia ni la religión debían ser consideradas una jerarquía. Mi abuelo afirmaba que Dios no creó a los curas, sino a hombres libres; cierto es que existían sacerdotes buenos, y por eso no era pecado asistir a sus oficios, siempre que no se pensara que ante Dios aquéllos tienen más poder que otros hombres.
Por último, nos enseñaron a no hacer a los demás lo que no queremos que nos hagan; pero si nos veíamos en la necesidad de hacerlo, debía ser por un buen motivo.
Aunque parezca mentira, no había leído aún el famoso Entre los vándalos de Bill Buford. Así que este verano tocaba. Y la verdad es que si tenemos en cuenta la época en la que fue escrito, creo que al menos merece la pena tener en cuenta los esfuerzos del autor por adentrarse en el mundo del hooliganismo y su honestidad, presentándose desde un principio como periodista, no como los manueles carballales de por aquí y sus ridículos pseudónimos felinos, antonisalescos y demás. Buford deja clara su postura de rechazo, y hasta de asco, al hooliganismo, y en un principio me parecía que iba a ser un libro más lleno de tópicos escrito desde la distancia en el que el autor, "para variar", no se iba a molestar en involucrarse de lleno. Pero no, finalmente lo hace, y creo que eso es loable. Intenta explicar el fenómeno desde una óptica sociológica, y su estilo literario se puede hacer en ocasiones algo recargado, muchas páginas para tan poca chicha. Sin embargo, creo que expresa muy bien las emociones que se sienten en este mundillo y desde luego, si eres un enfermo de estos temas, lo lees de un tirón.
Destacaría la parte en la que acude a una fiesta del National Front y muy especialmente la dedicada al final del libro al Mundial de Italia'90, que yo recuerdo como algo mítico en las penumbras de mi memoria.
Antes había habido otros periodistas. En Valencia, un equipo de televisión, español, había ofrecido hasta diez libras a cualquier hincha que estuviese dispuesto a tirar piedras, al tiempo que saltase sin parar y soltase todo tipo de improperios y palabras malsonantes. En Portsmouth había aparecido un tipo que trabajaba de incógnito para el Daily Mail; llegó vestido con una cazadora de aviador y botas altas, pero los hinchas lo persiguieron iracundos. No sabía que hacía más de diez años que nadie vestía cazadora de aviador ni botas altas, salvo un grupo de hinchas despistados del Chelsea.
"Nos pasamos la semana entera esperando que llegue el sábado", dijo. "Es lo que más sentido tiene de toda nuestra vida. Es como una religión, desde luego que sí. Así de importante es para nosotros. El sábado es nuestro día de adoración."
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