Olvidémonos de fútbol por un segundo. Y del Real Mallorca por otro. Y de cierta pancarta ajusticiada por el Santo Oficio recientemente uno más (sí, allende los mares han llegado raudas las noticias).
Bien. Gracias. Ahora os pido sólo dos minutos de vuestro preciado tiempo.
La novela que aquí os presento es rara, pero hasta el momento no ha dejado a nadie que yo conozca -y que se la haya leído, claro- indiferente. Por eso he decidido compartirla en este espacio, para que los que se encuentren en paro o sean directamente ni-nis tengan una ocupación para los próximos dos o tres días. Normalmente la historia suele gustar, así que la falta de consenso la acapara su protagonista: Ignatius J. Reilly. O da asco o hechiza. Según el gusto del consumidor. Ganadora de bastantes premios, esta novela fue publicada en 1980 de forma póstuma debido a que el autor, John Kennedy Toole, se suicidió a los treinta y pico años, tras haberla escrito y sin tener ni idea de que gente como yo iba a echarle algún día un vistazo a sus garabatos. Dicen las malas lenguas que Toole relató las experiencias vividas por una caricatura de sí mismo. Es posible, pues como dice un buen amigo mío: "A un loco sólo puede reproducirle con tamaña exactitud otro loco".
Nuestro personaje, Don Ignatius, es un norteamericano que odia la sociedad contemporánea. Sueña con el retorno de un nuevo orden mundial basado en la mentalidad medieval y en el que su propia moral sea asumida y seguida por todos aquellos seres humanos que tengan algo de decencia en su mollera. Es, en otras palabras, un inadaptado con grandes aspiraciones. Por así decirlo.
La novela transcurre en la ciudad de Nueva Orleans en algún momento de la segunda mitad del siglo XX. La primera escena es, curiosamente, el intento de detención de Ignatius por un agente de policía. Aunque Ignatius no había hecho nada, el madero le considera 'sospechoso' y trata de llevárselo. Finalmente no lo consigue, nuestro protagonista logra por tanto escapar y se refugia en un bar de mala muerte con fatales consecuencias. A partir de entonces comienzan sus desventuras, que le sacan de su cómoda habitación (vive con su madre) y le trasladan al mundo capitalista, desde el que trata una y otra vez de impulsar una revolución social con un resultado más bien pobre.
¿Qué pinta este libro en un blog como éste? Es una buena pregunta, y sinceramente, tampoco tengo una razón clara que pueda poneros delante de las narices. Esta tragicomedia (trágica porque retrata al ser humano contemporáneo con bastante crudeza resaltando su imbecilidad natural y comedia porque el personaje principal es una caricatura de un genio en busca de cordura dentro de su propia locura, con todas las situaciones surrealistas que eso conlleva) es pura literatura social, y eso quizás baste. Si bien no hay tribus urbanas, ni rapados o mods o punks, ni siquiera gente afín a ningún deporte, se trata de la historia de un tipo anacrónico que, por culpa indirecta de la policía, se ve inmerso en un mundo deprimente. Y esta película le puede sonar a más de uno y a más de dos lectores de los muchos que pululan por aquí.
Especial atención merecen los soliloquios del protagonista -los plasma en una especie de diario-, las cartas a su ex novia -nunca observé llamar puta a nadie con tanta sutileza- y las breves notas dejadas en su día a un antiguo profesor universitario -sublimes-. Tampoco los diálogos que mantiene Ignatius con la chusma que habita en el barrio francés de Nueva Orleans dejan indiferente. ¿Y qué decir del final? A veces pienso que retrata a un perdedor. Otras, a un auténtico ganador, amén de superviviente. Y evidentemente hay algún que otro guiño al asunto entre negros, blancos y criollos, Ku Klux Klan incluido.
"Cuando un verdadero genio aparece en el mundo, lo reconoceréis por este signo: todos los necios se conjuran contra él" - Jonathan Swift.
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