BLOG DEDICADO A JAIME MARTORELL MIR




miércoles, 23 de junio de 2010

"¿MANCHA REAL?"


Cuando a Maradona le anunciaron el fichaje de Martín Palermo por el Villarreal, consternado preguntó: "¿el Mancha Real?". Podría haber citado también a "Ciudad Real", pero se ve que el nombre de la población jienense le impactaba más por aquellos altercados entre payos y gitanos. Y ciertamente era impactante que la estrella de Boca fichara por un equipo totalmente desconocido. De hecho, hasta Puerto Urraco hubiera sido más sugerente para el actual seleccionador argentino que la población del club amarillo. Una vez corregido respecto al nombre del flamante destino de su estimado Palermo, siguió en los siguientes términos:
"¿Palermo al Villarreal? No me joda. No lo digo faltando al respeto al Villarreal, sino porque Martín Palermo, después de los dos goles que hizo al Real Madrid en la final de la Copa Intercontinental, se merece un club con historia o de alto nivel, como el Nápoles, o uno que luche por lo más alto. El Villarreal lo está haciendo muy bien, pero no tiene ningún peso ni tradición. Palermo merece otra cosa muy distinta."
Eso da una idea de la dimensión internacional del Villarreal FC. La anécdota ocurrió hace ya diez años. Hoy, el Villarreal es un club asentado en la Primera División, habiéndose clasificado en varias ocasiones para competiciones europeas e incluso llegando a unas semifinales de Liga de Campeones. En cuanto a títulos, no ha ganado ninguno, pero hasta hace poco era uno de los equipos más temidos para sus rivales. Ahora el club castellonense se ha unido al coro de acusicas que no quieren que el RCD Mallorca juegue en Europa. "Desinteresadamente", por supuesto. Para no adulterar la competición y esas cosas.
Pero pese a sus buenas campañas en estos últimos diez años y pese a sus aires de grandeza, el Villarreal es al fútbol lo que el Pocero al mundo empresarial: un nuevo rico. Y lo peor de los nuevos ricos no es que olviden sus humildes orígenes, sino creer que siempre estuvieron arriba. Que parece lo mismo, pero no lo es. Por desgracia fue el club mallorquín el que ha sufrido el periplo de su particular pocero y de ahí la difícil situación económica de la entidad. Como el de Mercadona no dirigió sus negocios exclusivamente al sector del ladrillo, ahora su club (pues es suyo) puede respirar más tranquilo que el nuestro (que no es nuestro). Pero eso no debe hacernos olvidar que es un recién llegado, y que lo que hoy es blanco mañana es negro, y muy especialmente en el mundo del fútbol.
No voy a argumentar que la afición mallorquina merece más una competición que la de Villarreal porque no es cierto. Ambas se parecen bastante. Ni tampoco que el club mallorquinista, pese a tener un palmarés algo más extenso, deba jugarla, pues si hay unos requisitos impuestos por la UEFA y no se cumplen, no hay nada que objetar.
Pero debe quedar bien claro que el club castellonense es un engendro sin ningún tipo de tradición, como decía Maradona (y eso no ha cambiado en estos pocos años por muy bien que le hayan ido las cosas), que usurpa apodos (el "Submarino Amarillo" era el Cádiz porque subía y bajaba de categoría) y que tiene una, llamémosle "afición", que no para de cacarear y ladrar, que no es lo mismo que animar. Una "afición" provinciana, dominguera, y de camiseta, hecha de la misma pasta que la de Induráin en su día y la de Fernando Alonso de hoy.
Y una cosa les voy a decir: cuando tienen que recurrir a la denuncia, al golpe bajo y a la triquiñuela para mendigar una plaza en una competición europea, es el síntoma de que comienza el declive. El principio del fin. Que recen los escasos hinchas amarillos porque a su club le salve la legión de incondicionales de Mercadona, que los tiene en más número, más fieles y más fanáticos que ese falso submarino.

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