BLOG DEDICADO A JAIME MARTORELL MIR




martes, 16 de noviembre de 2010

OTRA DIMENSIÓN. CARDIFF 2010 (I)

Una de las muletillas recurrentes del Séneca de las gradas mallorquinas al referirse a la escena hooliganera de otros países es: "aquello es otra dimensión". Así que a esta crónica del viaje a Cardiff le pondremos ese título, aunque sólo sea por la de veces que repetimos la frase durante nuestro periplo por tierras galesas (e inglesas).
El jueves 4 de noviembre partimos por la mañana rumbo a Bristol, la ciudad de uno de nuestros más estimados amigos ingleses, donde tuvimos la suerte, no sin caminar bastante, de encontrarnos un pub donde comimos muy bien pudiendo recuperar fuerzas antes de coger el tren rumbo a Cardiff. Por cierto, en dicho pub vimos al único tipo con discretas pintas de skin que vimos en todo el viaje.
Una vez llegados a Cardiff fuimos al hotel, que era rollo pensión, muy coqueto y típico, y cuyo símbolo era el mismo de Skrewdriver, o sea, la "S" gótica, pero sin águila. Por supuesto, en los días que estuvimos alojados dimos buena cuenta del full breakfast. Debo añadir que personalmente no sé si hubiera podido aguantarlo un día más. Bueno, la cuestión es que fuimos dando una vuelta por la ciudad buscando lo de siempre: ropa y cerveza. Y, por supuesto, encontramos ambas cosas. Cardiff es una ciudad bastante moderna. Tal vez por eso no tengan mucha sensibilidad por su herencia histórica. Lo que es la catedral de St David está encajonada entre un gran centro comercial que es "como el Porto Pi Centro, pero a lo bestia" y que ocupa medio centro de la ciudad. Y creo que no miento si afirmo que se sienten más orgullosos del Millenium Stadium, recinto donde juega la selección galesa de rugby, que del Cardiff Castle.
Castillo que fue nuestro primer destino turístico el viernes. Lamenté que no hubiera en la tienda de recuerdos alguna guía sobre el mismo en español. De hecho, no había prácticamente nada salvo unos cuantos souvenirs. Cardiff no parece recibir muchos turistas y sólo escuché hablar en español un par de veces, al contrario de lo que sucede en cualquier otra ciudad europea. De allí fuimos a la bahía esperando que hubiera tiendas en las que saciar nuestro desmedido consumismo, pero cuál fue nuestra desilusión al encontrarnos una especie de Festival Park con apenas un par de pubs donde echarnos unas pintas y comer un pollo al curry.
En cuanto a pubs, hicimos del Prince of Wales nuestro centro neurálgico por su cercanía al hotel y porque tenían especialidades galesas para comer que por desgracia sólo pudimos degustar una vez porque el sábado estaba a reventar y no había mesas para sentarse, y el domingo la policía nos desalojó tras el partido.
En el centro estuvimos en unos cuantos locales, algunos con música en directo. En uno de ellos, unas galesas maduritas que estaban con los maridos o lo que fueran, aprovecharon cuando éstos estaban en el baño para ponerse a nuestro lado y comentarnos que llevaban bebiendo desde la una del mediodía (era ya de noche aunque no recuerdo la hora) por rugby, y al decirles que nosotros habíamos ido por fútbol, las pobres se sintieron perplejas. ¡Y tratando con tono despectivo al deporte rey! Claro, si hubieran sido tíos tendríamos que habernos pegado por fútbol, no puede ser que se desprecie nuestra gran pasión de esa manera. El caso es que, como comprobaríamos al día siguiente, cuando hay rugby la ciudad se transforma. Y sus habitantes y visitantes también. Y tras visitar distintos pubs y discotecas, servidor acabó de una manera que alguno interpretaría que estaba celebrando la victoria contra Australia por adelantado.
continuará




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