Lejos de mí corregir la crónica de mi querido Burberry&Champagne, pero creo que hay puntualizaciones que hacer. Para complementarla, más que para enmendarla.
Pota Tour 2010
No quiero recrearme en desagradables detalles gráficos, pero la sensación de recibir una bocanada de vómito ajeno a 90 km/h es algo que no se olvida. Especialmente para B&C, quien vio su impoluta chaqueta Lacoste mancillada por los trozos no digeridos de la cena de su capitalino compañero de fatigas.
En mi caso, gracias al parapeto humano que supuso la presencia de B&C en el otro extremo del asiento trasero del coche, me asaltaron distintos pensamientos en apenas una fracción de segundo al sentir una presencia líquida en mi oreja: "coño, ¿está lloviendo?... ¿y cómo me ha llegado la gota a la oreja?... ¿qué hace ése con la cabeza por la ventana?... ¡hostia, no jodas, es potado!". Aquel olor gástrico complementado con el del chimichurri que, para más inri, estuvo repitiéndome toda la noche, a punto estuvieron de provocar que yo secundara a Mr Nordli en sus quehaceres.
Al bajar del recién estrenado coche, recalamos en un kebab para comprar unas botellas de agua y unas servilletas e intentar adecentar el aspecto de la Lacoste de mi querido B&C. Unas florecillas y unas hierbas que crecían en un parterre cercano nos fueron muy bien para eliminar los olores que habían quedado impregnados en nuestras manos. Unas hierbas en las que posteriomente orinamos, y en las que meses antes orinaron también otros visitantes vieneses (esquivando uno de ellos, por cierto, el impacto de una garrafa vacía lanzada por algún vecino). Pero mejor no pensar en ello.
Nota: la foto que precede a este apartado no tiene nada que ver con el mismo, pero resulta más agradable que la de un vómito.
La reacción casual
Relacionado con el Pota Tour, en concreto con la limpieza del flamante automóvil, tuvo lugar esta anécdota. Mr Nordli pretendía limpiar su vómito y su vergüenza con su chaqueta. Como un resorte, y visiblemente indignado, el visitante venido allende los mares, exclamó: "¡No, con la Sergio Tacchini no!". Fue una reacción casual.
Adidas
Personalmente eran Lacoste. Y creo que había también unas Ellesse, aunque no lo puedo confirmar. No sólo de Adidas se calza el casual.
MacGowan's
Hay más irlandeses en Palma. Y guinness más baratas.
El polaco
Apareció en Magalluf con la parienta y quedamos en que iría al Oktoberfest tras ducharse. Cuando íbamos nosotros hacia allí, la policía nos desvió de la calzada. Había más madera y un corrillo de gente entre los que estaban el polaco (ya cambiado y duchado) y la parienta. Nos saludó alegremente. Pero no se presentó en el Oktoberfest. Y no hemos vuelto a saber nada de él.
Maradona vs Pelé
¿Qué hacen un mexicano, un escocés, un brasileño y un español en un bar regentado por un inglés? Pues eso, discutir sin base alguna si fue mejor Pelé o Maradona.
Hay que reconocer que ahí, Pep Verger estuvo ágil. Y es que el subconsciente le jugó una mala pasada al inspector jefe de la UPR, José Luis Santafé, cuando, refiriéndose al partido de Segunda B entre At Baleares y RCD Mallorca B, dijo textualmente en Última Hora Punto Radio: "tenemos un estadio que ya tiene su solera, tenemos el Estadio Balear". Por si fuera poco la utilización de la primera persona del plural, se atrevió a pronosticar que "ojalá algún día podamos tener el duelo en Segunda, incluso en Primera". Ahora entiendo su obsesión con los ultras mallorquinistas.
All Cops Are Blanc-i-blaus
PD: por cierto, muy bueno un sms que enviaron a TT que decía: "¿quién es el sancionado del Baleares? ¿Lo conoces?"
"Y si te viste forzado a comer levántate, vomita, paséate y reposarás"
Eclesiástico 31, 21
El viaje empezó, esta vez y a diferencia del desplazamiento a Roma, partido en dos. El señor Nordli se presentó en Palma de Mallorca el viernes bien entrada la mañana -lo cual tuvo sus consecuencias doce horas después- y un servidor de ustedes lo hizo al terminar su jornada laboral; esto es hacia las ocho de la tarde. No obstante, la compañía en el vuelo de Ryanair que nos trasladó a ambos a la capital balear fue idéntica, según pudimos constatar ambos al encontrarnos allí y comentar nuestros respectivos desplazamientos. Por lo visto, el pueblo más cateto de España visitaba la isla repartidos en turnos iguales a los nuestros, así que ambos realizamos el viaje en grata compañía regada con sonoros alaridos de gordas en celo, cuya guinda fue un cumpleaños feliz coreado por todo el pasaje. De regalo. Lo de siempre cuando uno vuela por estos precios, supongo.
Sea como fuere, me consta, aunque no estuve ahí, que el señor Nordli se puso tibio en las cervecerías de la zona más céntrica de Palma mientras esperaba mi llegada junto a uno de nuestros anfitriones. De hecho, al llegar yo al aeropuerto lo primero que hizo el cabrón fue darme la mano y entrar en el baño a descargar líquidos. Apestando a alcohol en todo momento y poseído por una rara obsesión que le duraría todo el fin de semana por la música Jazz. “Yo he inventado el Skinhead Jazz”, repitió en varias ocasiones a nuestros colegas mallorquines, que se miraban entre sí con cara de pedo, sin saber muy bien qué decir (o qué bebida pedir a partir de entonces).
La primera noche -la del viernes- fue tranquila. Nuestros dos anfitriones principales nos trasladaron a ambos y a otro visitante venido allende los mares a cenar y luego de fiesta por una de las zonas habituales de la ciudad. El tema no terminó mal, salvo por un polémico y abundante vómito en cierto coche recién comprado y la consiguiente agresividad que experimentó el dueño del vehículo. Poco después, ya en un garito, los ánimos se apaciguaron cuando dos señoritas de la zona encontraron el aspecto del señor Nordli (sobado en la barra con olor a tropezones intestinales) harto interesante. De hecho, le entraron. Mi compañero de fatigas y viajes futboleros (amén de culturales) en ese momento se animó de inmediato y se volvió a unir a la fiesta, aunque de forma más moderada.
La noche terminó con promesas de folleteo para algunos afortunados el día siguiente, durante el mítico Oktoberfest, la fiesta alemana de la birra y los bávaros. Y con una sonrisa pintada en la cara, y algunos con la polla más tiesa de lo habitual por lo que depararía el mañana, todos nos retiramos a primera hora de la mañana a nuestros aposentos poco antes de ver salir el sol.
Segundo acto
"Con el vino no hagas el valiente; que el vino ha perdido a muchos"
Eclesiástico 31,25
La mañana del sábado fue bastante caótica. Uno se fue a comer con unos parientes, otros sobaban con la ropa del día anterior encima y, los más desafortunados, se dedicaron a limpiar el coche del pestilente olor al producto vomitado la noche anterior por uno de los presentes.
Por la tarde nos decidimos ir a merendar a la mítica zona de Magalluf. Una especie de balneario 'hooligan' implantado en mitad del mediterráneo cual chincheta en un corcho. La zona estaba vacía, salvo por un grupo de unos ocho ingleses que agarraron sus pintas vacías y dejaron de reír cuando pasamos por su lado. Es lo que tiene el pelo corto, las Stone Island y las New Balance del señor Nordli (yo llevaba unas impolutas Fred Perry que no gustaban a nadie y los demás Adidas). Al final la tensión no llegó al río y nos tomamos unas buenas pintas y platos ingleses hasta bien entrada la tarde sin ser en momento alguno interrumpidos o importunados. Sobre las ocho y pico decidimos volver a Palma para asearnos -habíamos quedado con dos señoritas, no hay que olvidarlo-. Después nos pondríamos rumbo a la zona del Arenal, también conocida como Kartofenlandia.
Una vez en esa zona de ocio germano se unió a la expedición, además de las dos damas, otro mítico mallorquín amigo del casualismo. Él sería, a la larga, el protagonista de la noche tras proponer a las dos delicadas miladys un sonoro “aquí están las llaves de mi casa, vamos a follar”. Estas observaciones, compartidas con el resto del grupo en varias ocasiones, al principio sacaban sonrisas picaronas y traviesas en las invitadas. Luego acabó por cansarlas cuando vieron que el amigo tenía el rifle cargado y apuntando en su dirección. Vamos, que no era el típico salido gracioso que además luego sale del armario para justificar su broma. No. Él iba en serio y además, cuando la cosa se puso turbia, en vez de salirse por la tangente con el rollo de la homosexualidad (recurso fácil) decidió emigrar “a su chalet de Júpiter” -como diría el señor Nordli- para después entonar una canción que rezaba algo así como: “Yo soy de Rentería”. Muy en plan Antonio Molina.
Al decir que la cosa se puso turbia me refiero a que nuestras acompañantes montaron un pollo en plena calle, poco menos que llamando acosador al amigo. “Estoy aquí de puta madre y tú cortándome el rollo cada dos por tres, baboso”, le espetó una de ellas, mientras la otra, menos ofendida, ponía caretos al toldo de un puesto ambulante de perritos calientes. El otro, como digo, comenzó a cantar baladas al cielo mientras se guardaba las llaves. El objeto de la bronca. Nunca un trocito de metal dijo tantas cosas y recogió tantas conclusiones.
El grupo, en esos momentos cruciales, se dividió. Unos se fueron a sobar (que no a follar, muy a su pesar) y otros decidimos seguir de marcha por el Arenal, aunque seleccionando garitos españoles que, por otra parte, resultaron estar cada cual más vacío que el anterior. No importó. Nos lo pasamos muy bien con el de Rentería encarándose con las palmeras y metiéndose hostias él solo contra el suelo mientras gemía que no le pateasen más. Esperpéntico, pero muy grande.
Tras abandonarle cerca de su casa, al de Rentería, que también responde al nombre de 'Míster Ese', el señor Nordli, un servidor y el del coche nuevo nos fuimos a tomar una última copa a un local de ambiente tranquilo. Era una especie de fiesta privada. Debimos de resultar atractivos, porque algunas de las chicas presentes se pusieron a darnos la tabarra pidiendo conversación y alcohol. La situación se zanjó con la frase más mítica del viaje, junto a la de “yo soy de Rentería” mencionada unas horas antes. “Mira el gato”, fue. Las chavalas se sintieron vaciladas y nosotros nos retiramos, que ya iba siendo maldita hora. Cuando salíamos por la puerta, era el gato observado el que nos miraba a nosotros.
La mañana del domingo fue más sosegada que la anterior. Después de almorzar nos dirigimos a Son Moix. El ambiente del día fue más bien frio. Aunque la grada joven tiene bastante gente de la llamada 'animosa', el día era lluvioso. Además, el campo no se llenó y hay una pista de atletismo enorme entre la grada y el césped. Por estos motivos el ambiente no fue, como digo, el más caliente que un servidor ha vivido. Aún así, en compañía de Mr. Quely y Mr.Potato, junto a otros conocidos mallorquines, presenciamos un partido -aburrido- entre el Mallorca y el Espanyol lleno de anécdotas divertidas y entrañables, que seguro recordaré en años. Por ejemplo, la del niño-bandera. Me gustaron, en cualquier caso, los cánticos contra el Villareal, equipo de mierda donde los haya.
Tras el partido cayeron birras y unos cuantos perritos calientes en uno de los locales que rodean el campo. Posteriormente tuvo lugar una visita clandestina al Lluis Sitjar, el antiguo estadio del Mallorca, que a pesar de estar en ruinas daba una imagen majestuosa de lo que debió haber sido en tiempos. Nos colamos en plan okupa y, lamentablemente, no pudimos inmortalizar el momento con ninguna cámara. Personalmente debo agradecer el momento, pues si bien fue breve, encierra uno de los pasajes más emotivos del viaje. No todos los días se tiene la oportunidad de entrar en el esqueleto de un antiguo señor estadio actualmente abandonado mientras un veterano de la escena, en la oscuridad y a tu lado, te va señalando, desde la que fuera una tribuna preferente, los sitios clave que marcaron la historia de las gradas mallorquinistas (y mallorquinas), que en ese momento asoman entre las sombras de la noche mientras en tu memoria se suceden los episodios de melenudos con pancartas y chupas en un lado, bombers en el otro, bengalas a mansalva y alguna que otra avalancha. Eran esos unos ecos del pasado. De un pasado que muchos recuerdan con mucha más nostalgia de la que jamás imaginaron.
Finalmente, y después de tan señalada visita, nos dirigimos a un restaurante chino cuyo cocinero era español, para posteriormente retirarnos cada uno a nuestros aposentos. La despedida no fue emotiva. No había motivo para que lo fuera. Seguro que nos veremos muy pronto. El vuelo de regreso -que esta vez sí que compartimos el señor Nordli y yo- tuvo como anécdota el enfrentamiento verbal entre mi acompañante y un auxiliar de Ryanair. Nos quedaremos con la frase de la discordia, para no aburrir más al personal: "Esto con Iberia no pasa". El resto queda para los que estuvimos allí.
Eterno agradecimiento a los anfitriones mallorquines y felicidades por la preciosidad de isla que les acoge.
Agradable sorpresa, al menos para mí, supuso en su momento la aparición del CD de Gol Nord, banda de efímera existencia formada por componentes de los extintos Força Llevant. Música pegadiza y versiones de clásicos adaptadas a la UD Levante y su afición. Vamos, como los Foienoord pero en granota. He de decir que me gustan todos los temas pero os traigo este porque es el más apropiado para un día como hoy. Y es que odio los lunes, y algunos más que otros.
La Inglaterra victoriana vio aparecer a los scuttlers, la primera subcultura juvenil aparecida en Gran Bretaña en la Era Contemporánea de la que se tiene noticia. Surgieron a principios de la década de 1870 en las áreas obreras de Manchester, Salford y los municipios circundantes(Bradford, Gorton y Openshaw), siendo anteriores a las bandas callejeras londinenses de la última década, a las que ya se conocía como hooligans, y a los peaky blinders de Birmingham o los penny mobs de Glasgow. Bueno, diremos que fueron contemporáneos para no herir sensibilidades... Su período de esplendor acabaría con la llegada del nuevo siglo. Tomaban distintos nombres ("Bengals Tigers", "Holland Street", "Hope St", "She Battery Mob" ...) generalmente según su barrio de origen, y estaban enfrentados entre sí. No había actividades criminales ni nada de eso, por eso podemos hablar de una subcultura auténtica, sin intereses ocultos de ningún tipo, algo genuíno, la defensa del prestigio del barrio y los colegas.
Su estética se componía de pantalones acampanados y pañuelos de cuello de distinto tipo o color según la banda a la que pertenecieran, ¡siendo los primeros en usar los cuadros tipo Burberry! Como calzado llevaban una especie de zuecos con punta de latón en el extremo. El corte de pelo era corto en la parte trasera y los lados, con flequillos largos que quedaban aplastados encima del ojo izquierdo, al igual que las gorras, que también se dejaban caer hacia ese lado. Las chicas llevaban también zuecos, chal y faldas de rayas verticales. Era habitual en sus peleas el uso de armas blancas y cinturones de cuero grueso con pesadas hebillas, decorados con imágenes de serpientes, corazones atravesados o nombres de mujer. Las peleas eran multitudinarias en ocasiones, y en algún caso tuvieron fatales consecuencias, como la muerte del niño de 10 años John O'Toole, o la de Joe Brady.
Curiosamente, la creación de asociaciones juveniles filantrópicas y la llegada de nuevas formas de ocio como el cine o el fútbol ayudaron a atenuar la violencia callejera de estos jóvenes. De hecho, el Manchester City, o más concretamente su gérmen, el St Mark's FC, fue en sus orígenes un club creado con la finalidad de encarrilar las energías de estos pandilleros en actividades tal vez no más provechosas, pero sí menos peligrosas. La lucha en el césped, no en las calles.
Hace unos días vino un recuerdo a mi cabeza. Era pequeño, apenas una quelita sin hornear, y salía del colegio. Un amigo de clase se enzarzó con otro chaval y acabó recibiendo. Cosas de niños. Mi amigo se puso a llorar. Yo me quedé mirándole como un idiota hasta que mi tía, una galleta sabia y de rectas costumbres, me dijo con mirada severa: "¿qué haces ahí parado? ¡Es tu amigo!". En ese momento no sé quién de los dos se sentía más humillado, si mi amigo por el sopapo recibido, o yo por la reprimenda. Así que fui hacia él, le cogí la mochila y con mi mano sobre su hombro le preguntaría si estaba bien, o le diría alguna de esas palabras que salen en esos momentos en los que no sabes muy bien qué decir. Supongo que la amistad es una de esas cosas que se aprende a moldear con una buena educación como la que me dio mi tía.
Pasando a otro tema, días antes de que esa escena se reprodujera de nuevo en mi memoria, otro amigo, curiosamente de mismo nombre que el de mi compañero de clase, me contaba a modo de anécdota cómo se había cruzado con un mequetrefe al que insultó al pasar a su lado. El mequetrefe agachó la cabeza, como suelen hacer los mequetrefes. Pero mi amigo en cuestión me expresó su malestar por haberse sentido demasiado tenso en ese momento y no haber sido más... enérgico en su reacción, cuando claramente podría haberlo sido. Se supone que somos chungos y debemos poner en vereda a todos los mequetrefes con los que nos encontramos. Pero nos hacemos viejos, o pensamos en las consecuencias, o qué se yo. Aunque no creo que sea algo excepcional, ni que tenga tanto que ver con la inconsciencia de cuando eres joven. Tanto unos como otros pasamos bastante, uno no puede salir de casa y estar pegándose cada dos por tres. Bueno, sé de alguno que sí lo hace, ¡olé sus huevos!, pero no viene al caso. La cuestión es que a mí también me ha pasado eso de encontrarte con el mequetrefe de turno y ponerme tenso sin motivo aparente. Y pasar de largo y a otra cosa, mariposa. Medallitas, las justas.
Sin embargo, en situaciones bastante más comprometidas, con mis amigos al lado, he actuado sin pensar en las consecuencias, recibiendo muchas veces por hacer lo que creía necesario. Siempre he intentado dar la cara por un amigo. Y perdonad, o corregidme, por favor, si creéis que alguna vez no ha sido así. Tal vez se deba a la sensación de seguridad de tenerlos al lado, tal vez a que me vea obligado a actuar así. O tal vez al alcohol que suelo ingerir cuando estoy con esos amigos. Sospecho que un poco de las tres cosas.
Pero hay una frase que se usa en nuestros ambientes, y que creo que resume lo que quiero decir: no es el odio al que tienes en frente, sino el amor a los que están a tu lado. A esos amigos de los que también decía aquella galleta sabia, que era bueno tenerlos hasta en el Infierno.
Parece que las instituciones han recuperado la cordura y nuestros queridos abuelos podrán seguir jugando al bingo en los locales de la tercera edad, siempre y cuando no sea con ánimo de lucro. Incluso se ha pedido perdón por la actuación desproporcionada del CNP. Joder, si es que lo de A.C.A.B se queda corto. Incluso el delegado de Gobierno balear ha declarado que la policía nacional está para perseguir chorizos y no ancianos, que se han ganado de sobra el derecho a jugar un binguito en sus clubs sociales. ¡Joder, qué poder tiene este blog, publicamos un post y 24 horas después se arregla el asunto! je,je,je. De todas formas, nuestra invitación, queridos yayos, sigue en pie.
Según parece, el Mallorca y los copropietarios de nuestro querido Luis Sitjar se han dado un plazo de tres meses para encontrar una solución y decidir qué hacer con el ruinoso y mítico estadio. Como la mayoría sabréis, el Luis Sitjar era el antiguo campo del Mallorca y verdadero santuario del mallorquinismo antes de trasladarse al Iberostar Estadio. En la actualidad es un nido de ratas donde okupas han hecho de sus ruinosas instalaciones su hogar, dando una imagen de degradación penosa y creando un problema de seguridad e insalubridad a la barriada de Es Fortí que acoge al vetusto estadio. Parece ser que se quiere presentar un nuevo proyecto al ayuntamiento para la construcción de un nuevo estadio equipado con un centro comercial que albergaría unos cines, el museo del RCD Mallorca, etc. Se me antoja imposible que el sueño del mallorquinismo, que no es otro que volver al Luis Sitjar, se haga realidad, y motivos hay miles. Como siempre que el Mallorca intenta encontrar una solución al tema, aparecen los oportunistas de siempre reclamando zonas verdes, etc, etc. Claro, como la gran zona verde que se construyó justo alrededor del viejo Sitjar, un montón de cemento sin sombras, con árboles raquíticos, un campito de fútbol donde los Panchitos FC se enfrentan al Deportivo Guacamayo y a los Atlético Mandingos, ya que éstos controlan el parque y hacen pagar a los españoles por jugar, y donde ya ha habido docenas de denuncias por ello. Y podría seguir, pero vamos, no vale la pena. En tiempos de crisis, pregunto yo ¿cuántos puestos de trabajo daría la construcción de un nuevo estadio junto otras instalaciones? Pues muchísimos, por no contar los que se generarían después para trabajar en las instalaciones antes citadas. Soñar es gratis de momento, pero qué bonito sería retornar a nuestra verdadera casa. Pero mucho me temo que el sueño nunca se haga realidad. Antes, ara i sempre, Lluis Sitjar Patria Nostra.
Bueno, esto intenta ser un blog futbolero con la particular visión de Mr Quely y yo mismo. ¡Ah, y sin olvidar a nuestros colaboradores ocasionales! Pero cuando uno ve que los visitantes del blog aumentan día a día y que en pocos meses, miles de personas se interesan por lo que uno escribe, no puedes evitar caer en la tentación de expresar en el blog opiniones sobre cosas que uno encuentra injustas e indignantes. Y no me refiero a nada relacionado con el fútbol.
Resulta que en nuestra querida isla hay unos clubs de la tercera edad. Imagino que igual que en el resto de España, en esos clubs nuestros ancianos pasan sus momentos de ocio, que si un baile, que si una excursión, y un par de días a la semana se organizan esos bingos entrañables en el que nuestros abuelos se juegan 10 centimillos por cartón. Pues a algún iluminado, por no decir imbécil, eso le ha parecido un hecho denunciable, y como consecuencia de la denuncia, la policía acudió a varios centros de la tercera edad e incautó las máquinas de bingo y la recaudación del día por las partidas, que como mucho ascendían a 20 euros. Vamos, que un par de gilipollas le han jodido el ratito de entretenimiento a un grupo de jubilados que el único mal que hacían era pasar el rato y jugarse 50 centimillos al día en un bingo casero. Pero claro, los responsables políticos se escudan en que sólo se puede jugar en locales con liciencia para ello. Pues bien, las leyes están para cumplirlas, cumplámoslas, ¡faltaría más!, pero a ver si también se pasan por cierto gimnasio, auténtico club social de la jet palmesana, donde en los salones de su restaurante se juegan timbas de póker donde no se juegan 10 centimillos precisamente. Y que yo sepa, un restaurante de un gimnasio, por muy fashion que sea, no es un centro autorizado de juegos, ¿verdad? ¡Ah, se me olvidaba! El propietario del gimnasio es exaccionista del Mallorca y actualmente pone la pasta en el rival ciudadano Atlético Baleares.
Mis queridos abuelos, Línea 8 está con vosotros, y si para sustituir esas partidillas de bingo les apetece ir al fútbol, emborracharse, lanzar patatas a la policía, y cantar "maricón, queremos baile" no lo duden, están invitados.
Una de las escenas más entrañables, y a la vez impactantes, de la película de Leni Riefenstahl, El triunfo de la voluntad, es la que nos muestra a un niño tocando el tambor. Por las ganas que le pone a su tarea. Algo que sorprende en alguien de tan corta edad. Bueno, hoy en día sorprende en alguien de cualquier edad. Pues algo parecido pudimos ver en el último partido disputado en Son Moix contra el Español.
Partido malo, exasperante diría, con una resaca aún peor. Nadie de la Línea, salvo Mr Potato y servidor. Y otros enfermos blogueros de visita por la isla, un saludo para ellos. Pero mira por dónde, una de esas cosas que te alegran un poquito el día. A falta de espectáculo en el terreno de juego, lo típico, miras a los personajes que pululan por la grada, las modelitos de los domingos, los borrachines habituales,... y un niño de unos cuatro años, cinco como mucho, ondeando una bandera de Supporters en primera línea. El hecho no hubiera llamado más nuestra atención si no fuera porque el chaval estaba profundamente entregado a su labor, como el niño del tambor. Desde que nos empezamos a fijar en él, prácticamente toda la segunda parte, no paró de ondear su bandera. Al final acusó un poco el cansancio y se sentó, pero él seguía erre que erre, moviendo el brazo de un lado a otro, todo serio, todo concentrado. Y cuando el árbitro pitó el final del partido, ni corto ni perezoso lanzó la bandera a la pista (es habitual hacerlo con todo el material de grada, pues el cuartito está debajo), se puso su chaqueta y se fue escaleras arriba con su padre (o quien fuera), algo apesadumbrado, supongo que por lo infructuoso de su esfuerzo. Tal vez dentro de unos años pase de todo. O tal vez no. Tal vez no todo esté perdido. Y quiero pensar que, de mayor, el niño de la bandera será uno más en la grada. De hecho, ya lo es. Y no uno cualquiera.
A falta de fotos del niño (aunque creo que alguien le hizo alguna, os la pondré por aquí si la consigo, previo emborronado de la cara, no vaya a ser que nos denuncie el trablisero a sus amiguitos de la BI) os pongo un vídeo en el que sale su "predecesor".
A estas horas hasta en misa de 12, el párroco habla de los incidentes protagonizados por los ultras serbios. A mí me vienen a la cabeza las rocambolescas actuaciones policiales que muchos hemos sufrido en Mallorca, y conociendo el percal no puedo más que descojonarme al pensar qué pasaría si esa copia china de la UIP que es la que tenemos aquí, un buen día se las tuviera que ver con 1.500 tipos de la calaña de los serbios. Igual a cierto uniformado se le quitaba la tontería. Los seguidores de este blog que campáis por Son Moix sabéis de lo que hablo, no tendría precio ver a esos acabitos que no tienen media hostia si no van disfrazados de azul. Sí, esos que cualquier día podréis encontrar por el Marítimo intentando mojar el churrillo con fulanas que se le derriten las bragas cuando el mozo les enseña la placa para vacilarlas,... Y es que Palma es un pañuelo.
Ehhh, escribiendo esto me siento como el niño que mangoneado por los capos mayores del cole, espera que un día aparezca su primo de Zumosol para darle una lección a sus acosadores. Yo ya, que soy un pobre casual ninguneado, detenido y apaleado, espero que mis primos, que no son de Zumosol sino serbios, un día puedan pasarse por mi cole.
¡Qué mona es esta chica, y qué bien canta! Pero mi debilidad es la guarrilla de Lily Allen, hincha del Fulham aunque también del Aberdeen, como podemos ver en estas imágenes.
