Entre tanto curro como tengo últimamente, de vez en cuando desconecto para reflexionar acerca de ese fenómeno llamado casualismo. Y ya que estamos, aprovecho para escupiros, mis queridas galletitas, las últimas cavilaciones (o insolencias, como se diría en nuestro blog madre) sobre el mismo que me han venido a la cabeza. Lo que más me fascina de esta subcultura es que es permeable a la moda pero no se deja dominar por ésta. Incluso la crea, crea tendencias, como se dice ahora. Pero tiene un estilo propio. Siempre he mantenido, medio en serio, medio en broma, que históricamente los hooligans crean el estilo y los gays lo copian y popularizan.
Cuando en el fanzine BUS69 hice una breve historia del casualismo para mis lectores, acababa sacando algunas particulares y no tan particulares opiniones. Me lamentaba de que se haya convertido en el atuendo oficial del hooligan europeo imponiéndose sobre escenas como la holandesa o la alemana, que tenían una estética propia y reconocible. Y hablaba un poco sobre las tendencias que se iban imponiendo. Lo bueno del casualismo es que no está anquilosado en un solo estilo. Va evolucionando, y tras la publicación de aquellos artículos se pueden ver algunas novedades como el look alpinista o algo que me llama la atención, esas camisas de leñador que se han puesto de moda, como dos botones de muestra. Pero lo más importante a mi modo de ver ha sido que los propios casuals han pasado de ser maniquíes a diseñadores.
Ya en un terreno más nuestro, me alegra ver que poco a poco va calando la idea de exclusivismo en la escena nacional, y no la de simple imitación. Hemos pasado de querer meter con calzador el casualismo a nuestros compañeros de grupo o ideología (nosotros mismos caímos en ese error, confundiendo cantidad con calidad) a tomar conciencia de que precisamente no son ejércitos uniformados lo que necesitamos sino apasionados de esta subcultura. Y que el individualismo es lo que debe primar. Prefiero a un bufandero que no me dé la espalda que a uno perfectamente maqueado que desaparezca a las primeras de cambio. Y la verdad es que creo que cuantos menos seamos, mejor, aunque tal vez ya sea demasiado tarde. En resumen, definiría al perfecto casual como aquél que lleva algo que el domingo siguiente llevarán todos sus demás allegados de grada.
Pero creo que, al menos aquí en España, tampoco debemos caer en el elitismo extremo, renegando de marcas míticas sólo porque parece que en las Islas los más comprometidos lo hagan. Pondré un ejemplo muy clarito: Stone Island. Es cierto que puede cansar ver mucha etiqueta en el brazo. Denota claramente falta de imaginación. En Inglaterra son legión (el clone island), y claro, muchos lo hacen por imitación, siendo hinchas normales. Aunque también es algo que sigue presente en muchos viejos lads. Y lo entiendo, no van a renunciar a una marca que, por mucho que duela, popularizaron ellos. Pero si de verdad quieres ir un paso adelante, entiendo de igual modo que los más one-upmanship (qué angloparlante me estoy volviendo, ¿eh, galletitas?) hayan adoptado ya desde hace muchos años otras marcas más exclusivas y menos "cantosas", por así decirlo. Pero aquí en España, o mejor dicho, en Mallorca (la verdad es que desconozco cómo está el tema en la Península), nadie, absolutamente nadie, lleva Stone Island. De hecho, sólo se distribuye en contadas tiendas. Tal vez se vean algunas más en unos años, o tal vez sencillamente me canse de llevarla. Pero mientras tanto, me encanta lucir una prenda de una marca que sé que nadie conoce. Salvo algunos camareros de Punta Ballena que miran de un modo extraño mi brazo izquierdo cuando tomo una pinta.
estamos bastante espesos...las vueltas que das para justificarte.no creo que tus queridos lads se uniformen en dhgate
ResponderEliminar