JUAN LAPUERTA

Lo he de confesar. Tal vez se deba a mi pedantería innata, pero cuanto peor le cae a la gente alguien, mejor me suele caer a mí. Por ejemplo, Cristiano Ronaldo me sigue pareciendo el mismo jugador imprescindible para ganar partidos que se ganarían de todos modos, pero si antes me caía gordo, el hecho de que sea tan odiado en todos los campos hace que le vea con más simpatía. Lo mismo me pasó con Van Gaal, siempre presente en las pantallas del Bierkönig. O con Mourinho, por supuesto. O hasta con Fernando Alonso. Que aunque la Fórmula 1 me importe una mierda, me encanta su forma de tratar a la prensa y su natural antipatía, despreciando de ese modo, aunque lo haga sin intención, a todos esos domingueros gilipollas que se proclaman seguidores suyos con la misma alegría que antes lo eran de Indurain o del que tocara. Ya está bien de modelitos a imitar, de guardiolas, iniestas, casillas o rafanadales, tan perfectos, tan buenos chicos, tan humildes, tan hijos y novios ideales... Un caso aparte es Jorge Lorenzo, ése le cae mal a todo el mundo y a mí aún peor.

Pero ya habéis visto que esta entrada está dedicada a Laporta. Y es que el abogado reconvertido en político populista no cae muy bien. Y nada más lejos que hacerle un panegírico, faltaría más, sé muy bien cuál es su trinchera y cuál es la mía. Odio lo que representa y lo que ha representado. Odio su pancatalanismo y no le perdonaré lo de aquel mapa exhibido en el Camp Nou, o Nou Camp, o como se diga. Quizá haya sido un ladrón (eso lo decidirán los jueces) y es evidente que ha aprovechado el fútbol como plataforma para su salto a la política, como hicieron Gil o Berlusconi. Su chulería y su excesiva charlatanería también son conocidas. Y tal vez sea por todo ello por lo que levanta pasiones encontradas. Pasiones que, supongo, él se ha encargado de alimentar en su papel de hombre espectáculo. Que se hable de uno aunque sea mal. Pero algo de "culpa" creo que debe tener en que la situación del FC Barcelona como club sea mejor que nunca en su historia, y no me refiero sólo a que su sección de fútbol esté batiendo records. Y en cuanto a las acusaciones sobre su mala gestión económica, no vamos a ser tan inocentes ahora como para no saber que esos clubes grandes que no son sociedades anónimas pueden endeudarse cómo y cuánto quieran sin esperar consecuencias.

Yo opino que un tipo que se queda en gallumbos en un aeropuerto mostrando así su descontento ante las humillaciones que debemos sufrir los viajeros merece tanto respeto como el búlgaro que rompió la barrera del aparcamiento de Son Espases o el restaurador marbellí que se empeña en seguir dejando fumar en su establecimiento. Al menos por llevar a la práctica lo que tantos querríamos y no nos atrevemos a hacer.

Pero quienes deberían estarle agradecidos especialmente son los jacobinos pancatalanistas por haber puesto un poco de alegría a su  rancia escena política dominada por amargados barbudos y miopes (visuales y mentales) comisarios políticos que ríen menos que Horatio (manda huevos que no vaya al fútbol para ver CSI y luego hagan OT) o estreñidas, eternamente malhumoradas, chillonas y malfolladas gordas de pelo rizado, carentes del más mínimo sentido del humor y de la estetica. Ésos son los que deberían estarle más agradecidos a Laporta por habernos mostrado otra cara del independentismo. Vociferante, sí, pero con gracia. Y de hecho, muchos han sido los que se lo han premiado con votos. Y es que lo de llamarle al presidente del Sevilla "Josep Maria Del Niu" fue sublime.