BLOG DEDICADO A JAIME MARTORELL MIR




lunes, 7 de mayo de 2012

CRÓNICAS POLACAS (III)

SÁBADO: EL PUENTE
Todavía con la resaca del derby nos levantamos el sábado dispuestos a disfrutar de otra sesión futbolera. Esta vez el partido enfrentaba al Wisla Plock y al Olimpia Elblag, principal "culpable" al fin y al cabo de nuestro periplo polaco por ser el club de nuestro querido Grzywa. Partimos pasado el mediodía (el partido era a las cuatro de la tarde) un total de cinco expedicionarios en coche hacia Plock, que está más o menos a una hora y media de Varsovia. Me tocaba conducir a mí. A la expedicion se unió N, una guapa (valga la redundancia, ¿hay alguna polaca que no lo sea?) y simpática amiga que además hablaba un perfecto español. La carretera era la típica carretera secundaria, con mucho bache, poca curva y alguna kurwa (alguna "dama blanca" de ésas que aparecen por la carretera, para entendernos). Y esto último nos llamó la atención ya que las damas estaban en medio de bosques, en una carretera que apenas tenía arcén. No sé cómo se las apañaría quien quisiera recurrir a sus servicios.
El caso es que acabamos llegando a Plock y, tras dar algunas vueltas, a su estadio. El estadio en realidad no se veía, pero sí su acceso. Estaba en una especie de polígono industrial, antes de llegar a un puente. y lo supimos más bien al ver a la policía y a algunos hinchas del Legia que habían llegado desde Varsovia. Dejamos el coche en el improvisado aparcamiento en el que el resto de expedicionarios habían dejado los suyos y atravesamos el puente con la intención de entrar al campo.
Una primera impresión fue la de que había gente más "comprometida" que en el derby del día anterior. Todos eran de Varsovia porque los dos autocares que venían de Elblag habían tenido un problemilla en un área de servicio en el que, al parecer, se entretuvieron realizando algunas "compras" sin pasar por caja, por lo cual se habían retrasado.
Había un nutrido grupo en la puerta esperando para entrar al estadio. Estadio que seguíamos sin ver. Sólo podíamos apreciar los focos a lo lejos y algunos cánticos del público. Iban accediendo en cuentagotas y los que entraban eran sometidos a un exhaustivo cacheo por parte de la seguridad privada, un registro "a cuchillo", como diría nuestro entrañable Pepelu. La policía estaba fuera con todo el kit de madelman, tan monos ellos. Había varios furgones en ambos extremos del puente cortando así la circulación, un camión de esos con manguera de los que Pepelu pide siempre a los Reyes, y varios agentes con perros.
Nuestra amiga N se encargó de negociar la compra de un lote de entradas con un tipo que había dentro y que no sé quién sería. Es curioso el papel que juegan las mujeres. Había varias chicas en el grupo (todas espectaculares, no hace falta añadirlo, especialmente alguna de las que llegaría después procedente de Elblag) y eran ellas las encargadas de hablar con la policía y hacer de mediadoras, supongo que porque son más diplomáticas y porque harán uso de sus encantos, al fin y al cabo los policías y encargados varios del cotarro son hombres. El caso es que los hinchas le dimos el dinero a N junto a nuestro nombre y número de identificación que ella iba apuntando en una lista tras lo cual compró las entradas distribuyéndolas después. Lo cual no sirvió para nada, pues pese a disponer de entrada, ya adelanto que nunca vimos aquel partido. Y es que nos fueron dando largas y las puertas de acceso seguían cerradas sin darnos ninguna explicación. Mientras, nos entreteníamos mirando cómo se peleaban los perros de la unidad canina. Los que andan a cuatro patas, se entiende.
La entrada de un partido que no vimos ni de lejos
Como digo, seguían sin dejarnos entrar. Esperaban la llegada de los dos autocares con hinchas del Olimpia procedentes de Elblag. Y esa sería la excusa para dejarnos fuera. A eso del descanso, creo recordar, llegaron los autocares. La bajada de sus pasajeros fue festiva, con abrazos entre las dos aficiones y cánticos relativos a la amistad entre Legia, Olimpia y Zaglebie Sosnowiec. Y ahora aprovecho para hacer un paréntesis, pues con este último club pasa algo curioso, y es que, para provocar a los rivales con clara tradición anticomunista como los del Lechia, sus hinchas suelen corear el nombre de un dirigente comunista (Edward Gierek, si mis datos son correctos) que es idolatrado porque era seguidor del equipo. Vamos, es como si los ultras del Betis cantaran a "Felipe González" para provocar a las aficiones contrarias. Eso les ha valido alguna advertencia por parte de los seguidores de Legia, como es lógico dada su indudable filiación política.
Volviendo al partido, o al no partido sería más correcto en nuestro caso, las sonrisas y parabienes entre las dos aficiones hermanas se convirtieron en inmediata indignación y continuos "kurwa!, kurwa!" cuando los recién llegados se encontraron como nosotros, es decir, fuera y sin poder entrar. He de señalar que los hinchas del Olimpia iban bastante cocidos. "Patologia", se dice por allí. Así pues, comenzaron a zarandear la valla metálica, y a lanzar botellas y petardos a la seguridad privada que había dentro. La respuesta de éstos ya la intuíamos: gaaaaaaaaaaasssssssssssssssss. Pero no con botecitos de spray, ¡esta vez eran extintores! A todo esto la policía observaba el espectáculo con calma mientras poco a poco iban preparándose para entrar en acción. En ningún momento perdieron los nervios ni comenzaron a apalear a la peña a diestro y siniestro provocando el caos como hacen los macarras atropellaciclistas en España.

Así pues, quedó claro que ya no íbamos a entrar. Poco a poco la policía fue tomando posiciones y montando un cordón que hizo retroceder a los hinchas, "empujándonos" hacia el puente y entablándose un curioso "diálogo" entre ambos, un extraño toma y daca: algún amago de los hooligans, algún lanzamiento de objetos a la policía, alguna maniobra policial con el camión de mangueras y algún amago de carga, pero nada más reseñable. Bueno, sí, algunos detenidos de tanto en tanto, cánticos de los ultras, y el jefe del dispositivo policial dando instrucciones con un megáfono en diversas ocasiones. Hubo tiempo para todo, momentos de alguna tensión, momentos de absoluta tranquilidad, otros de distensión y risas, otra vez algún amago de enfrentamiento... Muchos hinchas afectados por el gas, y también por el alcohol.
Balance final: 9 detenidos y unas interesantes fotos.
Un buen observador que nos conozca podrá
posiblemente identificarnos en esta imagen
Un momento divertido fue cuando un despistado ciclista atravesó el puente sin saber muy bien qué es lo que estaba pasando allí, lo que le valió el aplauso de todos nosotros. Y un momento tierno fue cuando un veterano hooligan y flamante papá, se colocaba su pasamontañas para entrar en acción. A medida que se iba acercando el final del partido, a los hinchas les dio por animar como si estuvieran en la grada.
Así pues, estuvimos toda la segunda parte en el puente retenidos, y aún un rato más, pues los hinchas que sí habían entrado iban a ser evacuados cuando se desalojara toda la grada. No llegamos a ver a los hinchas locales ni de lejos. Al final, encendido de algunas bengalas, algún petardazo, y todos de vuelta al hogar sin mayores incidentes. Tras conseguir sacar el coche no sin pocos problemas de un barrizal, nos tocó esperar largo rato a que la policía nos dejara salir de allí.
Se hizo un cordón policial para escoltar la caravana de los vehículos de los hinchas, ibamos todos entre furgonetas y coches de la policía, que nos escoltó prácticamente hasta llegar a Varsovia, pues hasta en la última estación de servicio antes de llegar a la capital polaca (el resto de estaciones habían sido cerradas para desesperación de nuestros amigos polacos, y es que, según pudimos comprobar, es costumbre allí parar en cada gasolinera para comprar redbulls y chocolatinas) habia policía con nosotros. Velando por nuestra seguridad, supongo. En ciertos puntos del recorrido coches patrulla cortaban la circulacion y desviaban la caravana.

Llegamos a Varsovia ya de noche, y tras cenar en casa de nuestro amigo M y de que N y su novio nos acompañaran al hotel, nos cambiamos y fuimos a un pub irlandés. Y es que era San Patricio y debíamos celebrarlo, especialmente yo, que dada mi condición de chófer, no había bebido alcohol en todo el día y ya tenía ganas. Imperdonable hubiera sido no hacerlo, sobre todo estando en la catolicísima Polonia.
Por cierto, yo no volví a ver al perico, pero sí mi compañero, que la misma noche que abandonábamos Varsovia, lo vio en el hotel muy bien acompañado por una periquita.
Ese día, al volver al hotel y echar un vistazo en internet pude enterarme de la muerte de Jaime Rosselló, el presidente que llevó al Mallorca por primera vez a primera división y al que pude ver, gracias a la invitación de mi estimado amigo Juan Carlos Pasamontes, en la presentación del libro "Radiografía de un ascenso", tal vez su última aparición pública.
Vaya desde aquí mi pequeño homenaje a tan insigne figura ya que no pude hacerlo en su dia al estar tan lejos. Triste manera de acabar esta crónica pero justo homenaje el que le hacemos desde este humilde blog. Sin él no estaríamos donde estamos. Descanse en paz.

 
 

1 comentario:

  1. Me ha encantado la comparación de los béticos y Felipe Gonzalez.

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