BLOG DEDICADO A JAIME MARTORELL MIR




miércoles, 2 de noviembre de 2011

VERANO MALLORQUÍN (V)


Disculpad el retraso, amigos y amigas. Gracias.
Como viene siendo habitual, durante la primera quincena del pasado mes de julio tuvo lugar en la isla de Mallorca un acontecimiento especial: el cumpleaños de un tipo respetado, temido y... por qué no decirlo, también querido.
Para celebrar dicha ocasión todos los años se junta una buena panda de elementos que podrían ser perfectamente catalogados de “Kategorie C”. En otras palabras; peligrosos de cojones. Esta vez tampoco fue diferente y a la chusma local hubo que añadirle ciertos invitados del Este y algún otro desde Madrid (la capital repetía representación en tamaño acto por segundo año consecutivo, para que luego digan...).
El plan era el de todos los años: desfasar en Magalluf -una mini Inglaterra pero con sol- de viernes por la tarde a domingo por la mañana. Evidentemente no todos los asistentes iban a empalmar viernes con domingo; el día clave era el sábado por la tarde y la consiguiente noche. El resto del tiempo la expedición fue sumando y restando adeptos de forma indescifrable, aunque normalmente estas idas y venidas fueron impuestas por esposas o curros. Pero van ustedes a tener suerte, pues el que firma esta crónica fue de los pocos que inició el jolgorio y después lo terminó. No se perdió (casi) nada y por eso fue elegido como cronista para relatar el festejo.
Casual hotel
Todo comenzó un viernes por la tarde, con la llegada de los tres mosqueteros a un hotel de Magalluf donde el recepcionista -un nativo- nos empezó hablando en inglés. Buena señal. Tras acomodarnos en una habitación del cuarto, quinto o sexto piso, y adornar el balcón a la 'inglesa', decidimos comenzar con la cerveza, que sería una fiel compañera durante el resto del día. Mientras caían las primeras pintas del fin de semana se pasó por ahí otro camarada “de esos que se pegan [o se han pegado] por fútbol”, que diría Mr. Quely. Y luego otro más. La noche del viernes, por tanto, parecía que iba a estar protagonizada por un quinteto de lo más selecto...


… pero no, porque uno de los compositores se rajó y se retiró. Así que quedamos cuatro. Primer contacto con Punta Ballena (honor y gloria para esta zona de golfas -bien por ellas- y golfos -prescindibles-) que duró hasta las seis de la mañana o por ahí. Dejando de lado los garitos más británicos decidimos dedicarnos esa noche a los escandinavos. O mejor dicho, a las escandinavas.

No estuvo mal, aunque lejos de ligarnos a alguna vikinga todo lo que dio de sí la noche fue ver cómo uno de los nuestros gritaba al oído de una agradable pareja de noruegos que demostraban su amor en unos sillones determinados cánticos futboleros en el idioma de la Pérfida Albión. A cambio de semejante alarde de contundencia verbal, la pareja le sonreía con pánico y le ofrecía su copa, que él rechazaba con su habitual cortesía (fuck you y esas cosas). El esperpento duró un cuarto de hora largo; bendita paciencia la que reparten por los fiordos. Ah sí, se me olvidaba: durante esta primera noche también se rodó el Hard Bass Magalluf, el cual esperemos nunca salga a la luz. Aclaro, por si a alguien le quedaba alguna duda, que la música de fondo no era Hard Bass y la danza del personal pegaba más con movimientos asociados a sonidos jamaicanos o a la canción inicial de Heidi. ¿Fue dantesco o fue sublime? Pues hubo opiniones para todos los gustos.
En cualquier caso, y por mantenernos fieles a las costumbres hispanas, decidimos terminar esa noche en un local de acompañamiento. Ya me entendéis. En Punta Ballena hay unos cuatro, puerta con puerta, y las chicas van cambiando de garito según les da. Es como si todos fuesen de un mismo dueño. O es que puede que sean todos de un mismo dueño. Bueno, el caso es que durante nuestro paso por esos ambientes -y en donde nos limitamos a beber cerveza, por triste que eso pueda sonar- ocurrió que un guiri borracho como una cuba nos tomó a algunos por trabajadores del tugurio y exigía compensaciones económicas; por lo visto le habían prometido el oro y el moro y se había quedado todo en una mísera paja que se tuvo que acabar él mismo. Unos 50 euros de paja, nada más y nada menos. En el momento de mayor confusión -y tras explicarle educadamente al tipo que nosotros no éramos de la 'organización'- salieron a relucir cinturones y los colegas del notas decidieron retirar a su contendiente mientras las muchachas nos pedían tranquilidad. Todo muy bizarro.
Cuando ya despuntaba el alba, los tres mosqueteros decidimos poner rumbo de vuelta a la habitación y el cuarto compañero hacia su casa, ya que no le pillaba demasiado lejos de allí.
El sábado empezó sin grandes historias. Desayuno británico, playa y un pescado con patatas en una terraza de la zona. Fue precisamente en el almuerzo cuando se nos sumó otra parte de la expedición que también tenía reservada para esa noche una habitación en ese mismo hotel en el que nosotros ya estábamos. Así que todos a la piscina del coloso de los balcones ocupado en un 99% de su capacidad por guiris. Ya empezábamos a ser un número decente de personas, tatuajes inclusive, así que los ingleses empezaron a tratarnos con cierto respeto. El único que tocaba las pelotas era un segurata del hotel empeñado en que sacásemos las jarras de cerveza del agua. Se le hacía caso según la ocasión.


A última hora de la tarde los del hotel nos dirigimos a un mítico pub de Magalluf en donde se bebería, se cenaría, se brindaría y se cantaría el cumpleaños feliz. En él ya nos esperaban los demás. Intercambio de saludos y abrazos entre los que ya se conocían y presentaciones de rigor entre los que entraban en contacto por primera vez. Caen algunos regalos y durante la cena cae otro regalo: la camarera rubia. La mujer aguantó con una sonrisa encantadora todos los piropos que se le echaban cada vez que se pasaba para ver si nos faltaba algo. Finalmente alguno, consciente de sus carencias, decidió dirigir sus atenciones hacia la mujer del dueño, que rondaría los 60 años de edad. Tampoco ésta cayó, pero ya se sabe que lo importante es participar y no ganar.


Las velitas de la tarta se acompañaron de una bengala que casi cae sobre un toldo y genera un incendio de magnitudes graves. Tras el susto se abandona el garito y el grupo se encamina hacia Punta Ballena. El plan era disfrutar de la noche todos juntos. En masa. Una práctica que sólo se mantuvo para la foto de rigor a la entrada de la zona de fiesta. Luego cada uno fue a su puta bola; unos buscando cerveza y otros faldas sin aduana.


Supongo que si me pongo a relatar la noche del sábado al detalle podría dejar a El Quijote como un simple y despreciable libro de instrucciones en cuanto a grosor. Además, dado que cada uno estuvo -repito- a su puta bola, ello requeriría una serie de investigaciones previas para las que no tengo tiempo. Así que resumiremos: los comienzos -y salvando alguno que ya iba entrado en uvas- fueron relativamente normales. El final resultó esperpéntico; pocos, dispersos aunque concentrados en los cuatro prostíbulos rancios del lugar arriba mencionados y sin despertar -por segunda noche consecutiva- la atención de las trabajadoras allí presentes. De esos pocos, de cuando en cuando alguno iba en busca de acción hacia otras zonas de la mini Inglaterra. Y quizás destacaría que, en un momento dado y fruto de la confusión, cuatro de nosotros acabamos cargando -tercios de cerveza en mano, claro- en una calle oscura hacia una ambulancia de la zona creyendo que otros dos camaradas estaban siendo linchados por vete tú a saber quién. Fue una falsa alarma.
El final de la noche del sábado o de la mañana del domingo, como se prefiera, fue bastante raro. Quedábamos cuatro en pie. Los tres mosqueteros y el que le había tirado los trastos de mala manera a la dueña del pub que nos había dado de cenar. Éste se fue a seguir bebiendo en soledad y posteriormente supimos que a las tres de la tarde del domingo seguía todavía bebiendo en soledad, aunque ya en un bar de Palma de Mallorca. ¿Cómo llegó a la ciudad? Ni puta idea, aunque creemos que conduciendo. En cualquier caso, todos los presentes nos reafirmamos en la convicción de que Dios existe y cuida de sus borrachos.


Entre los tres mosqueteros el regreso hacia el hotel fue muy filosófico. Uno de nosotros comenzó a decir que el mundo no tenía ningún sentido, que estaba hasta los cojones de todo y que el mundo de las gradas era una puta basura en este país, salvando honrosas excepciones. Los otros dos dábamos la razón. Y la seguimos dando hasta que dijo: “Igual el año que viene ya no me paso por el cumpleaños, me suicidaré antes... y no de cualquier manera, no... hay que salir en la prensa y dejar constancia, cojones. Así que me tiraré desde un balcón”. Pocas horas después, una vez despiertos, negó haber hecho tales declaraciones. Un grande.
El domingo fue un día agradable después de dos jornadas dándolo casi todo entre ingleses y nórdicos. Tras un desayuno a media mañana muy inglés, decidimos disfrutar de la piscina un par de horas para después poner rumbo a El Arenal previa despedida de los demás compañeros de la noche que aún quedaban en el hotel.


Para el que no lo sepa, Palma de Mallorca está en una bahía... a un lado está El Arenal -feudo alemán- y hacia el lado contrario, en otra bahía, se encuentra Magalluf. ¡Qué decir de El Arenal! Un gran sitio que tiene algunas similitudes con Magalluf pero que a mí, personalmente, me gusta más. Porque el ambiente es igual de fiestero pero más tranquilo. En El Arenal a los tres mosqueteros se nos juntaron un par de elementos que habían estado también la noche anterior y los cinco nos fuimos a comer un filete de puta madre con patatas para luego hincharnos a cerveza en una gran nave fiestera en donde cuatro mozas bailaban encima de las mesas con bastante profesionalidad (creo que las pagaban por ello). Después, playa a última hora de la tarde. Un baño que nos sentó de puta madre, pues ya casi no había gente en la arena.


Poco después, el trío calavera decidió disolverse. Puede que semejante cuadrilla vuelva a reunirse el año que viene. Si Dios quiere.


MR. CLOCK!

1 comentario:

  1. "y se había quedado todo en una mísera paja que se tuvo que acabar él mismo"... que buena!!jajaja

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